El libro recoge a través de 63 imágenes en blanco y negro, tomadas entre 1966 y 2007, las principales facetas creativas del autor: el documentalismo antropológico, el retrato y el bodegón.
Nacido en Sevilla en una familia de ferroviarios, se aficionó a la fotografía desde la infancia, desarrollando como amateur gran parte de sus extraordinarias series documentales .
Su producción, siempre en blanco y negro, cristaliza en tres facetas creativas principales ilustradas en esta publicación: documentalismo social, retrato y bodegón. Su singular obra documental, de extraordinario valor social y antropológico, la desarrolla como amateur los fines de semana, cuando su trabajo se lo permite; entre 1952 y 1972 realiza la mayoría de sus impresionantes series fotográficas cuyo valor documental y pionero para la antropología, se le reconoce cuando recibe la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en el año 2003. Imágenes de esas series antropológicas, como A Rapa das Bestas (Pontevedra, 1970-1975), Bercianos de Aliste (Zamora, 1971), la Caballada de Atienza (Guadalajara, 1970) o Auto Sacramental de Camuñas (Toledo, 1969-1970), se recogen en el libro.
A los 45 años se convierte en fotógrafo profesional, dedicándose en exclusiva durante varios años a la publicidad y a la fotografía por encargo; al cabo de un tiempo, consciente de que ha abandonado la parte creativa personal, decide recuperarla con el apoyo de su amigo Jessi Fernández. Desarrolla así su segunda faceta creativa, centrada en el retrato, que protagonizan entre otros, amigos con los que compartió grupos de fotografía y representantes de las nuevas generaciones, como García Alix o Chema Conesa, ejemplos de unos y otros se recogen también en el la publicación.
En su madurez, desarrolla su última faceta creativa, centrada en un tipo peculiar de bodegón; cada obra le lleva cerca de un mes, porque busca y prepara los desechos industriales que ilustra en ellos, y aplica una técnica compleja, que requiere mucha exposición y un revelado muy corto. El último de ellos lo hizo en 2008, cuando los problemas de visión, que finalmente le afectaron a ambos ojos, le obligan a renunciar a la práctica fotográfica. En 2011, Rafael Sanz Lobato recibió el Premio Nacional de Fotografía, galardón que finalmente reconoció el trabajo de un fotógrafo cuya obra permaneció velada durante años.
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