En la vida del director de orquesta Josep Pons (Puigreig, Barcelona, 1957) resultó determinante su respuesta afirmativa, «espontánea e inconsciente», a la pregunta de si quería estudiar en la Escolanía de Montserrat. Fueron los primeros pasos de una carrera musical que ha ido desarrollándose con solidez y con la calidad como máxima aspiración.
Director Musical del Gran Teatre del Liceu de Barcelona desde 2012, lo fue por primera vez con la Orquesta de Cámara del Teatre Lliure y, posteriormente, en la Orquesta Ciudad de Granada, con la que conserva su relación como director honorífico, la Orquesta Nacional de España, de la que es director honorario, y con la Joven Orquesta Nacional de Cataluña. Este concentradísimo currículo va apareciendo a lo largo de la conversación de Josep Pons para la segunda temporada de Archivo de creadores.
Siempre tengo la sensación de que la obra me mira y se ríe, porque no puedo ser épico y lírico a la vez. Tengo que optar.
Pons habla con la capacidad didáctica de un buen profesor de Haydn, Mozart y Wagner, pero también del flamenco —«la gran cultura musical española está en el flamenco, su profundidad musical no tiene parangón en Europa»—, de su vocación —«me sentía feliz cuando compartía mi mundo con otros músicos y decidí hacer dirección de orquesta»—, del arte, de la interpretación, del trabajo del director musical, que «se encarga de tener bien engrasada la orquesta y el coro para cuando lleguen otros. La responsabilidad de su calidad recae en él».