En un honesto repaso vital que abarca desde su infancia hasta la conciencia de la mortalidad, el diseñador y artista Javier Mariscal (Valencia, 1950) habla de éxitos y errores, hallazgos y pasiones. Su infancia en una familia «pija» numerosa —es el cuarto de once hermanos— y creativa, su dislexia, su descubrimiento del cómic, Cataluña, la amistad, las drogas, la libertad, la importancia del equipo, el reconocimiento… sobre todo ello reflexiona Mariscal con agradecimiento en esta conversación.
Yo me dedico a hacer comunicación visual. Duermo muy bien y muy tranquilo porque yo no vendo armas. Gracias a mi trabajo la gente se entiende mejor.
«Toda mi vida me han pagado por divertirme. Soy un gran enchufado y lo único que tengo que hacer es tratar de devolver a la sociedad lo mejor», dice en un momento de la entrevista el creador de trabajos icónicos del diseño español, como BAR CEL ONA o la mascota olímpica Cobi. Su descubrimiento del cómic y de la pintura de Picasso o Matisse (en los cromos de unas chocolatinas) le abrieron a un talento que desde entonces no ha dejado de practicar como un ejercicio inevitable. Como una pasión.