Alfredo Cortina es un fotógrafo prácticamente desconocido en el universo del arte contemporáneo, incluso en Venezuela, y, aunque parezca paradójico decirlo, casi podríamos afirmar que la suya es una obra que le debemos, al menos en parte, a la mirada de otro artista. Faltó poco, en efecto, para que las imágenes que hoy exponemos como un orden seriado, una unidad significativa (y de las más importantes que hayan sido producidas en la segunda mitad del siglo XX), se dispersaran una a una en diversas colecciones particulares, desarticulando ese casi improbable tejido de sentido que hace de ellas verdaderas obras de arte, fruto de una forma particular –y específica– del pensamiento humano.
Fue Vasco Szinetar quien primero detectó en ellas, en su aparente sencillez, en su casi anodina belleza, y en el hieratismo calculado de su modelo, la presencia de una muy contemporánea manera de producir sentido a partir de la imagen. Porque es precisamente restringiendo de forma voluntaria las posibilidades de cada una de ellas, para hacer que algo distinto brote de su repetición seriada, que Cortina se hace eco de su tiempo, testigo y actor de un mundo marcado –nos guste o no–, por las estrategias repetitivas y masivas de la industria moderna.
Con un conjunto selecto de fotografías realizadas entre 1950 y 1966 aproximadamente, La Fábrica y el Archivo Fotografía Urbana unen sus esfuerzos para dar a conocer con esta exposición a uno de los más significativos artistas venezolanos de nuestro tiempo, acompañando con esta muestra la presentación del Photobolsillo Alfredo Cortina, publicación donde se extiende un estudio profundo y detallado de la obra de este autor, contribuyendo al indispensable enriquecimiento simbólico de la historia y la difusión de la fotografía venezolana y latinoamericana.
Archivo fotografía urbana
“De esta conmovedora obsesión por ella, con ella ante el inclasificable desconcierto del mundo, sólo podemos concluir que Alfredo Cortina, que no era “fotógrafo”, re-inventó entre nosotros a la fotografía, la fundó en sus términos más contemporáneos. Algo me hace intuir que Alfredo Cortina estaba más allá de su propia modernidad: que no era el suyo un menester apocalíptico o sublime, que no quería con sus fotos destruir la fotografía, o banalizarla –estilo Man Ray o estilo Marcel Duchamp. Tampoco quería, como cada uno de nuestros tardíos maestros fotógrafos modernos –estilo Alfredo Boulton, Fina Gómez, Carlos Herrera o Ricardo Razetti- encontrar “la” imagen, la foto única y definitiva. No: Alfredo Cortina sólo construyó un archivo, nada más y nada menos como August Sander, pero a diferencia de aquel dramático repertorio de todos los habitantes de un mismo mundo, éste de Cortina es el archivo incesante de un solo habitante, y muchos mundos.”
Luis Pérez Oramas