Joan Fontcuberta

GASTROPODA

28-01-2015 / 22-02-2015

Joan Fontcuberta

Gastropoda trata del metabolismo de las imágenes. Su idea inicial parte de un hallazgo fortuito: resido en el campo, una zona de mucha humedad. El cartero deposita la correspondencia en una casilla postal en el exterior de la verja. Cuando estoy ausente y tardo en recoger la correspondencia, los caracoles silvestres (de la clase gastropoda) acuden en tropel y aprovechan para comer el papel de las invitaciones de museos y galerías de arte que recibo. Estas tarjetas de invitación suelen reproducir fotografías y otros tipos de obras de arte que la acción voraz de los caracoles transforma en vestigios más o menos reconocibles, deteriorando su soporte y permitiendo que las entrañas del papel se sobrepongan a los restos de la imagen impresa.

 

Más allá por tanto de un reciclaje melancólico del arte, Gastropoda actúa en tres niveles sucesivos. En primer lugar, alude simbólicamente a la degradación icónica, a la imagen en un proceso de descomposición, de deterioro, en definitiva.
Un segundo aspecto enfatizaba el desplazamiento de la imagen de pura representación a objeto, de información visual sin cuerpo a un soporte material con cualidades físicas.
El tercer aspecto tiene que ver con una problematización de la noción de autoría. Gastropodase inscribe en la tradición de fotografía realizada por animales. Yo me valgo aquí de la complicidad de unos caracoles (fotofagus o «comedores de fotografías») para realizar una obra. Hasta cierto punto deberíamos compartir el copyright porque caracoles y yo somos autores-colaboradores. Aunque bajo otro enfoque, se puede decir que los caracoles son los autores por delegación y que yo me limito a explotar su fuerza de trabajo, una situación frecuente en la historia del arte, desde los talleres de los maestros renacentistas hasta las nuevas factories del arte contemporáneo más alabado por el mercado, en las que las obras son mercancías producidas en serie. La diferencia es que aquí los esclavos estetas son hambrientos caracoles, indiferentes a que se proyecte discurso sobre su voracidad y se prescriba sentido en sus excrementos. Excrementos que no son sino imágenes procesadas orgánicamente para proseguir el ciclo de la vida.
Un ciclo de retroalimentación que termina comiendo a los caracoles que han comido las fotografías.
Joan Fontcuberta