El mercado de la carne, por Antonio Hernández Nieto
Dicen que los corazones solitarios encierran un páramo desierto. Los hay que colocan en este paisaje algún cactus cubierto de espinas y pelusas rodantes en aquellos corazones que son capaces de mostrar cierta humanidad. Sin duda olvidan que esos corazones bombean el sofocante calor del páramo. También bombean algunas de las espinas que se le caen al cactus llevándolas hasta la raíz del pelo y el nacimiento de las uñas