Don Carmelo, por Antonio Ladra
«¡Estoy emparrillado, estoy emparrillado!», gritaba desaforadamente Lilo. En el suelo, atontado, desmayado, yacía el cuerpo de un hombre robusto. «¡Estoy emparrillado, estoy emparrillado!», seguía gritando Lilo. «¡Tirale con el marrón!», volvió a gritar, «¡largale el marronazo!». El hombre se movió un poco, eran los estertores, creo, y entonces es cuando le pego con el marrón en la cabeza, ¡tremendo golpe! Ahora sí, el hombre se quedó quieto, ya cadáver, ya