El muñeco Kuniko, por Miguel Llamas Sánchez
Kuniko es un muñeco de trapo. Se formó de polvo de debajo de la cama del matrimonio Sánchez. Los calcetines y las gomas del pelo le dieron consistencia. Los Sánchez, que durante muchos años habían intentado tener hijos, llegó un día en el que tiraron la toalla, y Kuniko nació. La desesperanza, la desidia y la tristeza de la pareja se hicieron materia un día de abril en el que un rayo entró por la ventana del dormitorio, atravesó la cama y calló sobre la pelusa abandonada hacía ya mucho. Kuniko nació de polvo y desidia.
Durante mucho tiempo la convivencia fue placentera. Kuniko no se dejaba ver y era feliz, el matrimonio Sánchez le seguía alimentando. Y es que la sola idea de no tener nunca descendencia les sumió en la más completa depresión y se abandonaron a ellos mismos y a su casa. Tras varios años de convivencia, en los que Kuniko llegó a crecer hasta medio metro, el egoísmo y el miedo invadió su alma. Kuniko, temeroso de que la pareja llegara algún día a tener un hijo de verdad, comenzó a fabricar una serie de pócimas, que mezcladas con el café que tomaba la señora Sánchez todas las mañanas antes de irse a trabajar, la dejaban estéril por un día. Así no había riesgo de embarazo.
Un día la mujer se torció un tobillo en la calle y se tomó una semana de descanso. Como ya no tomaba café, las pócimas de Kuniko no podían hacer efecto. Un mes después, la pareja abrió una botella de champán y celebró, como hacía años no se celebraba en esa casa, un acontecimiento especial. Kuniko no sabía lo que pasaba hasta que vio aparecer junto a la cama una cuna, ropa de bebé y pañales, muchos pañales. Kuniko descubrió derrepente que el matrimonio Sánchez iba a tener un hijo. La rabia se apoderó de él, el egoísmo que fue acumulando a lo largo de tantos años le hizo enfurecer.
Según iban desapareciendo la desidia, la desesperanza, la tristeza y la dejadez de la casa, Kuniko se iba debilitando. A lo largo de los meses de embarazo, el muñeco intentó provocarle un aborto a la señora Sánchez. Por las noches, mientras dormía, saltaba sobre su barriga. Nada consiguió. Siete meses después, cuando la barriga de la embarazada era ya increíblemente abultada, Kuniko intentó su último paso. Mientras caminaba junto a las escaleras para ir al baño, la señora Sánchez resbaló, calló cerca de la escalera, pero no rodó por ellas. Un tropiezo tonto pensó, pero Kuniko era el único consciente de que su último intento de evitar que tuviera un hijo no había servido de nada.
El bebé nació y con él creció el sufrimiento de Kuniko. Se debilitaba más y más. Ya no había más pelusas, ni calcetines, ni gomas debajo de la cama. Kuniko, en un último esfuerzo, apenas siendo ya una masa informe de trapo, subió a la cuna con la intención de ahogar al bebé, pero no consiguió llegar a su boca. La madre encontró en la pequeña cama un trozo de trapo amarillo con un poco de pelusa, con el que el niño jugaba plácidamente.
Miguel Llamas Sánchez nació en León a mediados de 1985, Miguel ha crecido y vivido en una constante huida hacia adelante. Técnico en Realización Audiovisual y de Espectáculos, Graduado en Comunicación Audiovisual y proyecto de docente, repate sus ratos libres entre la fotografía el cine y la literatura.
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(La fotografía, de Constanza, se publica bajo licencia Creative Commons.)