Joyita de Patrick Modiano, una lectura de Javier Divisa
JOYITA
PATRICK MODIANO
ANAGRAMA – PANORAMA DE NARRATIVAS
Es verdad que en la gran trayectoria de la obra de Modiano hay una más que notable adherencia (de hecho diría que le ha tomado un tremendo regusto) a la memoria, sus cavidades y toda clase de recovecos e introspecciones humanas del detalle, del color, quizá un abrigo amarillo, una mirada perdida, una estación de metro, un París siempre grisáceo, brumoso, un cuadro de una bailarina, vago, difuso, sin mirar a un punto determinado, como puro emblema del pasado y sobre todo de su gravidez, siempre con una mesurada instrumentación del sentimentalismo (no hay una excesiva emocionalidad en Joyita, por tanto descuida la grima excesivamente sentimental y afectiva, afortunadamente) y un claro subterfugio de crear personajes racionales e inteligentes de frase escueta, lacónica, con una clara finalidad: la identidad, quién soy, de dónde vengo, y por qué se piró la persona que estoy rastreando, qué le dolió tanto. Modiano es todo bálsamo existencialista. Modiano es una reverberación evanescente de un tiempo perdido, un yo confuso, desorientado. Modiano es la cicatriz y el remedio, la literatura cauterizadora. Incertidumbre. En términos más grotescos y extravagantes Modiano sería el programa televisivo de la hija buscando a la madre y el presentador advirtiendo de la posibilidad de herir la sensibilidad de la hija por las infrahumanas condiciones del poblado chabolista donde vive la madre desde hace quince años, pero por suerte Modiano nada tiene que ver con la evidencia, lo miserable y más vil de los acontecimientos, sino con la exploración nebulosa de los preliminares, con todo desvelo y cuidado novelístico. Partir de la desaparición y construir la búsqueda (prisionero de unas imágenes, una voz). Modiano no le diría al presentador de la tele que abriera el sobre. No.
Por otra parte, he leído Joyita con cierto interés en que en algún momento del libro la narradora hablara con la madre, pero más atraído por la prosa que por la historia y aún más por el ambiente y el contexto (Pigalle, Chatêlet, turbias tabernas de París, moquetas mohosas, chicas solitarias, personajes excéntricos, hoteles viejos, borrachos, la querencia brumosa, la tendencia noir) que por la voz en primera persona de Joyita y las consecuentes creaciones argumentales (de epicentro) de Modiano. Por tanto, de Patrick Modiano me gusta más la periferia (quizá derivación de mi afición a París). Incluso la ficción personal de lo que no se ve. Los cafés de Blanche, y las subjetividades del lector, los misterios, las supervivencias truncadas, y sus clientes, los naturalistas como Zola, los surrealistas como Breton, los existencialistas como Camus (tal vez), las chicas solitarias y guapas de los cafés de Modiano (de París).
Cuando más me clavaba los ojos verdes, con más claridad me veía yo por dentro. Me parecía incluso que me desprendía de mí misma. Era muy sencillo, había una chica de pelo castaño, de apenas diecinueve años, sentada esta noche en un asiento corrido del café de la plaza Blanche. Mides un metro sesenta y llevas un jersey de lana blanco huevo y con ochos. Vas a quedarte aquí algún tiempo más y luego se acabó. Estás aquí porque has querido ir por última vez años arriba para intentar entender. Fue aquí, bajo la luz eléctrica, en la plaza Blanche, donde empezó todo. Has vuelto por última vez a la Tierra Natal, al punto de partida, para saber si había un camino diferente que tomar y si las cosas podrían haber sido de otra manera.
Toda su metáfora topográfica: las estaciones de metro, las calles, los bosques, las casas, los bares, justamente aquellos lugares en los que vamos asistiendo a la flaqueza, la debilidad de Thèrèse (Joyita), el dolor del pasado (gracias a la racionalidad de los grandes intérpretes del paisaje narrativo, el libro nunca llega a términos tan categóricos como desgarro y calvario), el esfuerzo para superar la pérdida de la madre. La chica, Joyita, no es una gran erudita ni despliega grandes títulos académicos, y ese es el principal germen para que no sea una novela de grandes pretensiones y alardes, sino más bien de factura humilde, en extensión y lenguaje, y con toda intencionalidad de Patrick Modiano.