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30 de septiembre de 2007
Para: kclark@aol.com
De: nzuniga@yahoo.com
Asunto: Y Dios dijo: serás echada del paraíso y perecerás.
Hola Kenneth,
Hice algo incorrecto, Kenneth. Algo terrible. Me acosté con César. Y lo hice porque soy débil, débil como una niña de doce. Me acosté con César para no ser echada a un lado.
Te escribo con el mar rompiendo y el vaivén del Moet Chan Do agitándose en mis entrañas –he descubierto que, si vacío la nevera, mi padre vuelve a llenarla sin rechistar. Hoy soy tan vulnerable como un barquito de papel en medio del océano.
¿Cómo caí en el error? Por las fiestas. Por las fiestas y los amigos. En uno de los festejos, no sé cómo, acabé en un cuarto con César. Conversábamos y reíamos, nada más. Pero otra vez intentó besarme y en esta ocasión fue peor porque, cuando me quité, se dio de narices contra el piso.
Se levantó fuera de sí. Me dijo que a qué estábamos jugando, que si me creía mejor que los latinos. Le dije que yo era dominicana, mitad dominicana. Pero no te comportas como una, repuso. Y agregó que le aclarara de una vez si iba a meterme en su cama o tendría que sacarme de casa de sus amigos.
Si alguien hubiera predicho que me iba a acostar con un hombre por tales argumentos, me habría reído en su cara. Pero lo cierto es que me desnudé y me tendí en esa cama rechinante, y miré el techo por los veinte minutos que duró la relación. Una pintura de la Virgen María observaba desde la pared.
Comprendí que todo era un complot sórdido y habitual, cuando César sonrió ante la mirada de sus amigos, después de hacer el amor y mientras salíamos del cuarto tomados de la mano.
No he vuelto a buscarlo desde entonces. He regresado a mis solitarios encuentros con los rayos del sol y Yo la tengo. Evito los lugares que frecuenta él y sus compañeros de parranda. No veo casi a nadie.
He vaciado otra botella de Moet Chan Do mientras tecleo estas líneas.
XOXO,
Nancy
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