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9 de septiembre de 2007
Para: kclark@aol.com
De: nzuniga@yahoo.com
Asunto: Después de todo, Dominicana no es tan mala.
Hola Kenneth,
¿Cómo estás? ¿Este es mi tercer mensaje? ¿Nancy tres, Kenneth cero? Qué vergonzoso marcador. Si seguimos así, voy a llegar a diez sin obtener respuesta.
Por si te interesa, me he reconciliado con República Dominicana. Ahora comprendo mejor cómo se es feliz en el mundo al revés.
¿Adivina quién volvió a mí avergonzado? Sí (no es difícil suponerlo, ¿verdad?), César Gómez. Regresó y me dijo que un amigo suyo le había prestado un álbum de Yo la tengo y que no estaba mal, que un par de canciones no estaban mal. De inmediato me dijo que le disculpara. Noté que le costó la vida.
Lección número uno, Kenneth: en Santo Domingo, el orgullo es un obstáculo insalvable que no nos permitimos. La fiesta es lo más importante aquí, y no puedes irte de fiesta con el enojo como equipaje.
Y eso es lo que he hecho desde que César y yo hicimos las pases: irme de fiesta. Numerosas fiestas. Inacabables fiestas. Ruidosas fiestas. No te imaginas, Kenneth. Créeme que no te lo imaginas. Ahora tengo tantos amigos que no sé qué día conocí a algunos. Chicos de cuerpos formidables me saludan desde sus automóviles, en el malecón o mientras me bronceo. Increíble.
César dice que es porque me parezco a Penélope Cruz. ¿Le crees? Tú siempre me comparaste con Morticia Adams. Qué diferencia, ¿verdad?
¿Con qué ojos me mirabas, Kenneth? ¿Con qué ojos? No lo puedo creer. Hasta ahora me doy cuenta.
Y mi padre sigue consintiéndome. Me presta su Lexus cuando anochece. No te imaginas el escándalo que se arma cuando llego a las reuniones.
Como se lee en esta carta, estoy mucho mejor. Mucho mejor. No te pierdas el siguiente capítulo de esta feliz serie. Seguirá transmitiéndose por el mismo canal, a cualquier hora, sin obtener respuesta, solo el silencio de un muerto en vida…
XOXO,
Nancy
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