2016 en once libros

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No me acuerdo, de Gabriel Quindós y Yago Ferreiro

Ed. Mr Griffin

Al igual que en Astérix no toda la Galia estaba conquistada por los romanos, y la aldea de nuestro héroe resistía imperturbable los envites del invasor, en el mundo de la edición española no todo está copado por las grandes editoriales de Barcelona y Madrid. Hay pequeñas islas en provincias que resisten con más ilusión que medios apostando por libros elegidos con criterio y primorosamente editados. Es el caso de la editorial que comanda desde León el misterioso Mr. Griffin, editor elegante de catálogo ecléctico y maneras inglesas, con bombín y pipa en su logo.

Mr Griffin se ha empeñado en convertir en libro lo que comenzó siendo una sección quincenal en la revista digital Tam Tam Press, iniciativa cultural de Eloísa Otero y otros inquietos creadores. En ella, y bajo los pseudónimos de Senuf el desmemoriado y Cosmo Vitelli, los escritores leoneses Gabriel Quindós y Yago Ferreiro empezaron a publicar «un dietario de olvidos o de no-recuerdos, dándole la vuelta a aquello que hizo Perec en “Me acuerdo”», según explicaban en Tam Tam Press. Así, cada quince días sus fans esperábamos ansiosos la colección quincenal de “no me acuerdos”, que eran extrañamente adictivos: imposible parar de leer una vez se empezaba con uno. Hoy, descubierto el pastel, se pueden degustar todos juntos gracias a esta preciosa edición de Mr. Griffin, en la que, además de buenos papeles y una atractiva portada, no he encontrado una sola errata en sus páginas, algo muy de agradecer cuando lo habitual es todo lo contrario. Qué placer leer sin ser interrumpido por esos impertinentes tropiezos.

La edición recopila por separado los “olvidos” de cada uno, que se leen de manera independiente. El libro tiene dos portadas idénticas en las que sólo cambia el nombre del autor, y ambos comparten créditos y colofón (en él, por cierto, un agradecido y pertinente homenaje del editor a Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos).  Los libros son siameses pero distintos en extensión: Gabriel escribe mucho más que Yago. Los “olvidos” de Yago Ferreiro son más terrenales, cuentan más episodios concretos de su vida, que sin embargo se pueden extrapolar a la vida de cualquiera; los de Gabriel Quindós son más existenciales, más reflexivos y menos concretos; más amargos también. Hablan de situaciones aparentemente particulares, pero con las que cualquiera se identifica. Recogen ambos inquietudes en las que todos nos sentimos reflejados. Son dos miradas atípicas, tan lúcidas como desoladas, tan orgullosas como humildes, tan llenas de verdad que asombran. Dos voces que no hay que perderse. Y para muestra, unos cuantos botones:

Gabriel Quindós: He olvidado pensar en lo que pudieran sentir las que esperan que las llame debido a que mi pensamiento lo absorbe lo que siento por aquella de la que espero su llamada.

Yago Ferreiro: No me acuerdo de las veces que he preferido tener sexo con alguien a seguir escuchándole.

GQ: He olvidado la primera vez que pronuncié “otro verano”, “otra fiesta” u “otro concierto en vez de envolver estas promesas de frenesí, antes exaltadas como ocasiones únicas, en imaginarios signos de exclamación o cualquier otro ropaje del entusiasmo.

YF: No me acuerdo de cuántos años consideré a mis familiares poco más que desconocidos con los que me costaba encontrar semejanza alguna.

GQ: He olvidado, pienso cada mañana tras obligarme a sentarme frente al ordenador, que yo no quiero escribir, sino haber escrito. El modo en que me hostiga la culpa si me quedo mano sobre mano es la razón de que pueda leerse algo mío.

YF: No me acuerdo de los viajes, ni de sus consecuencias en la formación del yo, ni de sus supuestos aprendizajes. Siendo para mí un hecho relevante que nunca en un viaje he disfrutado más, ni sufrido menos, que escribiendo.

GQ: He olvidado que uno no deja la noche sino que es la noche la que le deja a uno y, con nostalgias de himnos eléctricos, el sábado pasado forcé sin contemplaciones un nuevo reencuentro –nada diré acerca de la frecuencia de los mismos– y estamos a martes y este condenado olvido aún sigue percutiéndome tanto la estima como las sienes, obligándome a demorar hasta el próximo jueves la siguiente cita con el olvido.

YF: No me acuerdo de cuándo empecé a fijarme en los ramos de flores que adornan muchas curvas de las carreteras.

Y así, olvido tras olvido. Inolvidables olvidos. Imprescindibles. Si quieres hacerte con este libro, visita la web del editor.

 

(Camino Brasa)