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Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) no escribe, vomita. Vomita palabras manipuladas, violadas, forzadas. Modela el lenguaje y lo somete a su voluntad, retorciéndolo en un continuo que no parece tener fin. Así es su última novela, Precoz, (Rata), que cierra una trilogía en la que Harwicz no ha dejado de evolucionar. Precoz retrata sin tapujos la animalidad descarnada de la raza humana y desmonta la configuración familiar normativa. Una madre, un hijo, un país extranjero, la guerra, unos viñedos, hospitales. Elementos externos que nutren esa relación enfermiza de incesto, de precipicio. Harwicz juega con la radicalización del lenguaje para crear un vértigo donde la espacialidad desaparece. Maternidad, erotismos y guerra se diluyen a ritmo cardíaco en una novela que no deja indiferente. Las imágenes se suceden de manera tan veloz que cuando te das cuenta, has dejado de respirar. Ya no soportas tu cuerpo, desechado y desechable, te has vuelto como esos personajes a punto de caer: frágil y enfermizo.
(Queralt Castillo)