Un desván para leer: Ezequiel Martínez Llorente
Algunos libros significan más que una historia con unos personajes: trazan un camino a la mente de su autor. Cultos paganos (Walrus Books) abarca una lectura, o varias, sí, pero también un viaje al universo de Ezequiel Martínez Llorente. Un libro con recovecos, un libro sin género —no es una novela, no es un poemario, no es un ensayo: pero contiene elementos comunes a todos ellos— que entronca con la tradición ibérica de Ramón Gómez de la Serna, Fernando Pessoa, Pedro Casariego Córdoba o José Carlos Llop.
Ezequiel Martínez Llorente (Alfaro 1977) ha publicado Imarginaciones es una autografía (Premio de la Universidad Zaragoza; PUZ, 2002), Personas que acoges cuando no viene nadie (Eclipsados, 2008) y Unos calcetines blancos (Eclipsados 2009), a los que ahora suma Cultos paganos. Tras su lectura, Enrique Vila-Matas escribió: «de él me queda en la memoria, días después de haberlo leído, una página rara, de una sola frase: «El pijama es un largo túnel»».
Sus traducciones de Woody Guthrie (Rumbo a la Gloria), Paul Theroux (En Rower River y El tao viajero) o Mark Kozelek (Noches en tránsito) laten en un libro donde la música sirve como arquitectura, siempre presente. Aprovechando este Cultos paganos que es libro pero a la vez es experiencia, hemos pedido a Ezequiel Martínez Llorente que nos desvele sus experiencias lecturas, dibujando su mapa mundo particular.
«No creo mucho en la capacidad de la literatura para hacerte viajar a sitios lejanos. Casi estoy más dispuesto a admitir que leyendo un fantasma sale de ti y traspasa las paredes que tienes cerca. De todos modos, cuando leo sí que me transporto a veces a otros lugares, y los lugares perdidos son posiblemente los más ciertos en estos casos. Como el desván en que empecé a leer de veras cuando era adolescente. El desván desde siempre me había dado mucho miedo, y sólo era en verano, a la plena luz de la hora de la siesta, cuando algo en mí escapaba hasta esas alturas para abrir los libritos que había en casa. Sobre todo las ediciones baratas casi en descomposición de la editorial ZYX que mi padre había acumulado en otra época. Allí leí a Chéjov, a Ángel Pestaña o a Manuel Balmaseda. Son algunos de los libros que más me han marcado. La luz sólo penetraba por un ventanuco y me quitaba el sueño de esa hora y los miedos. Siempre que hay luz suficiente para leer, vuelvo un poco allí».