Monasterio de Eduardo Halfon, de David Pérez Vega
Editorial Libros del Asteroide. 122 páginas. Primera edición de 2014, ésta es de 2018.
La primera vez que leí a Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) fue en 2005. Compré en la Cuesta de Moyano de Madrid su novela El ángel literario, que quedó semifinalista del premio Herralde de 2004. El ganador fue El testigo de Juan Villoro, el primer finalista Todos los Funes de Eduardo Berti y la mención especial (con publicación) fue para El ángel literario de Eduardo Halfon. Leí los tres libros. Con El ángel literario tuve una sensación extraña. Creo que era la primera novela que leía en la que la metaliteratura se convertía en el discurso dominante. A Enrique Vila-Matas le leí más tarde. En su libro, Halfon especulaba sobre el momento exacto en el que algunos escritores empezaron a escribir. Quizás debería volver a leerlo.
Me había ido fijando, durante los últimos años, en las reseñas que los libros de Eduardo Halfon, publicados en la editorial Libros del Asteroide, estaban generado. Tenía, desde hacía tiempo, su nombre anotado en mi lista mental de nuevos autores hispanoamericanos a los que debía leer (o en mi caso, más bien, seguir leyendo), y pensé que el momento había llegado cuando desde la editorial Páginas de Espuma me llegó, sin que yo lo solicitara, su libro ilustrado Oh gueto mi amor. Además, me di cuenta de que Halfon iba a estar firmando sus libros en la Feria del Libro de Madrid a principios de junio. Así que decidí pasarme por la feria para comprar Monasterio, Signor Hoffman y Duelo y que me los dedicara. También llevé conmigo El ángel literario, publicado por Anagrama en 2004. Halfon se sorprendió seriamente al ver este libro, que esperemos que rescate ahora Libros del Asteroide. Aunque lo cierto es que la verdadera sorpresa me la llevé yo, cuando me percaté de que Halfon me conocía a mí porque leía mis reseñas (discúlpenme este momento de ego).
A finales de junio, con el curso académico ya a un día de acabarse, me apeteció ponerme con los libros de Halfon. Así que miré sus fechas de publicación y empecé por el más antiguo de los tres que había comprado, Monasterio. La novela empieza con dos hermanos guatemaltecos llegando, desde América, en avión a Tel Aviv para asistir a la boda de su hermana pequeña, que se ha convertido en judía ortodoxa. El protagonista y narrador de la novela se llama Eduardo Halfon y comparte gran parte de la biografía con el autor del libro. En la presentación de Oh gueto mi amor que tuvo lugar en la Casa de América de Madrid –se puede ver en YouTube– Halfon afirma: «Toda ficción, en mi opinión, es autoficción.» Su narrador se parece bastante a él mismo, pero esto no quiere decir que en sus libros no haya ficción. Por lo que sé, el personaje Halfon va pasando de uno de sus libros a otro, en una especie de gran novela en marcha.
Las andanzas de Halfon en Israel, los días previos a la boda de su hermana, se desarrollan entre diversos choques culturales y las reflexiones sobre la identidad judía o, de forma más general, sobre el concepto de identidad. Halfon proviene de una familia de judíos de diversas partes del mundo: Siria, Líbano, Egipto y Polonia. Halfon no es un judío prácticamente, y en realidad no se siente cómodo con los rituales de los judíos ortodoxos, pero sí conversa de forma continua con sus raíces judías, y con las diversas persecuciones y diásporas a las que se han enfrentado sus antepasados. «Los rezos, mecánicos o no, comprensibles o no, tenían su propio sentido. No puedo imaginarme que un rezo, cualquier rezo, tenga un sentido más profundo que un beso materno en la noche.» (pág. 39).
Si bien al comienzo del libro parece que el principal tema narrativo de la novela va a ser la boda de la hermana y los conflictos que esto puede generar –entre la tradición y la modernidad de una familia que siente en diversos grados su judaísmo–; en realidad, el tema narrativo mutará. O bien, podríamos señalar que no existe ningún núcleo narrativo principal y que la novela se va abriendo a múltiples subtramas o subtemas de forma rápida y fluida. De hecho, al principio la acción avanza de forma cronológica, mostrando al narrador y a su familia en los días previos a la boda, con pequeños comentarios que glosan las escenas propuestas, abriéndose hacia explicaciones de la historia familiar o el pasado del personaje, pero hacia la mitad la novela juega a la narración dentro de la narración. Así se trasladan las páginas a la narración del encuentro de Halfon con Tamara en un bar escocés de la Antigua Guatemala. Tamara es una azafata de vuelo israelí con la que Halfon se encuentra en el aeropuerto de Tel Aviv después de muchos años, y que será importante para la conclusión del libro. También se narra la muerte y el duelo por uno de los abuelos de Halfon en Guatemala, o la visita que hace Halfon a Polonia para buscar la antigua casa de su abuelo antes de ser enviado a Auschwitz.
Todavía no estoy del todo seguro, porque he de leer antes otros libros de Halfon para poder afirmarlo con rotundidad, pero creo que en su obra existen hilos narrativos que vuelven a sus páginas una y otra vez, como ese boxeador polaco que ayudó a su abuelo a sobrevivir al campo de concentración (uno de sus libros de cuentos se llama precisamente así, El boxeador polaco), o la visita al gueto de Łódź, de la que se habla en Monasterio y también en Signor Hoffman. En la reseña que el crítico Nadal Suau escribió sobre este libro en El Cultural en octubre de 2014 se afirma: «Aquí Halfon trata el tema de la identidad, reiterando determinados motivos y hasta reciclando pasajes enteros (se trata de un autor reincidente, jazzístico, que gusta de reubicar piezas de su propio universo en nuevos contextos para extraerles nuevos ecos y significaciones).» Me gusta esa idea de los temas jazzísticos; de hecho, se hace alguna reflexión sobre el jazz en Monasterio.
Me ha parecido detectar en Monasterio una influencia de la forma de narrar de Roberto Bolaño. En sus libros, Bolaño siempre abre sus páginas –contando anécdotas e historias secundarias– a la sensación de amenaza y al misterio. En Monasterio, no podemos hablar estrictamente de sensación de «amenaza» sobre los protagonistas, pero las historias mostradas (oralmente, de documentales de la televisión, de libros o recuerdos…) sí se abren al misterio, que deja un rastro poético en la composición del libro. Y la amenaza (una amenaza real, física, en los libros de Bolaño) proviene en Halfon –de forma más diluida que en Bolaño, en cualquier caso– de la extrañeza ante la memoria y la violencia del pasado, que confrontan nuestra mirada con el mundo.
Uno de los recursos usados para crear la sensación de cadencia poética es el de la repetición de construcciones lingüísticas al comienzo de las frases de un mismo párrafo. Por ejemplo en la página 100 varias frases seguidas empiezan con el verbo «Pensé» y más debajo de la página, otras frases, comienzan con el sintagma «El otro».
Las últimas diez páginas de Monasterio me han parecido magistrales. Por un lado, el libro acaba de un modo inesperado para las expectativas de un lector tradicional y, por otro lado, se plantea aquí una reflexión sobre la idea de identidad y supervivencia muy bella. «Cada persona decide cómo quiere salvarse.», afirma Eduardo Halfon en la página 120 del libro, ya casi antes de cerrarlo.
He leído bastantes reseñas elogiosas de Monasterio en internet, y también algunas negativas. Creo que las reseñas negativas apuntaban hacia la falta de consistencia de la trama, tratando de valorar el libro por unas coordenadas clásicas que no son las suyas. Monasterio no es una novela breve de introducción-nudo-desenlace, ni pretende serlo. Monasterio es un libro sobre la identidad, la memoria y el viaje, que muestra la extrañeza ante el mundo de su narrador, un guatemalteco que, como leeré en Signor Hoffman, le cuesta sostener ante los demás –y casi ante sí mismo– que es guatemalteco. Monasterio es una novela corta bellísima y honda, misteriosa en su aparente –pero falsa– fluidez y ligereza. He sentido fascinación por su voz narrativa, y unas terribles ganas de seguir con el resto de la obra de Halfon. Me voy a unir al primer tipo de reseñas que comentaba: Monasterio es una pequeña joya de la nueva narrativa hispanoamericana.