San Machado, por Sergio del Molino

 

Hoy es 23-F y sufriremos la cada vez más pálida y desganada metralla de memorabilia de tricornio y tiros, pero ayer fue 22 de febrero, un día que pasa inadvertido en el calendario. Este artículo debería haber aparecido ayer, pero yo salgo aquí los jueves, por aquello del rito y la periodicidad, así que predico a destiempo, con un día de desfase, como si escribiera desde el espacio exterior.

El 22 de febrero debería ser un día sagrado en la cultura española. Lo digo desde el ateísmo más pertinaz, que sólo se ablanda y se siente cuestionado cuando se le cruza por delante la figura de Antonio Machado. El 22 de febrero de 1939, murió en Collioure. Decir que Antonio Machado es el santo laico más importante de los descreídos es decir una obviedad. Llamarse machadiano es mucho más que un reclamo estético. Tiene que ver con una idea de la dignidad, de la convivencia y de la cultura que hoy son la base del país que compartimos. Más allá de todos los peros y aberraciones y violencias y abusos y autoritarismos que persisten y se cronifican en España, Machado es un horizonte moral compartido tácitamente por todos, sepan o no sepan algo sobre el poeta.

Yo venero a Machado como un santo público, y he peregrinado a todos sus lugares sagrados. En todos me he emocionado como el creyente fanático que soy. En su tumba, siempre llena de símbolos republicanos y de hojas de cuaderno que dejan los escolares. En Baeza, en Segovia, pero también en Sevilla y en Madrid. Y en Villa Amparo, la casa que le asignó el gobierno de la República en Rocafort, Valencia, quizá uno de los espacios más desconocidos y menos visitables.

Hace muy pocos días estuve en Soria dando una conferencia. Llegué pronto en coche desde Madrid, para tener un par de horas solitarias que dediqué a Machado. No subí al Espino, al Alto Espino donde está su tierra, pero me helé los huesos frente al instituto que hoy tiene su nombre y que entonces no se llamaba así, donde daba clases de francés.

En un país donde el homenaje siempre tiende al melodrama y al barroco, los monumentos y los recordatorios del mundo de Machado son machadianos. Sencillos, sin ornamento, directísimos en la dicción, con esa capacidad que tienen sus poemas para sacarte el llanto en un último verso que dice lo más terrible como si no lo dijera, al descuido. Uno de los más hermosos momentos machadianos está frente a la iglesia La Mayor, en un extremo de la Plaza Mayor de Soria. Allí se casaron Antonio y Leonor en 1909, y allí se celebró el funeral de ella en 1912. Una escultura evoca la famosa foto de bodas del matrimonio, en la que él está sentado en una silla y ella posa de pie detrás, sosteniendo el respaldo con las manos. En el monumento, la silla está vacía. Es difícil condensar tanto sentido trágico con tantísima sencillez, diciendo tan poco. Eso es Machado.

Coincido con Trapiello en que hay un poema de su hermano Manuel que parece de Antonio. Es un poema de duelo que escribió tras la muerte de su hermano y de su madre, y contiene un estribillo prestado de Antonio: «¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera!». Pero, en el resto de estrofas, también parece que la voz de Antonio se ha apoderado de la de Manuel para escribir juntos un último poema. Creo que lo mejor que ha pasado y ha dado España desde entonces viene de ese poema.

Manuel, como todo el mundo sabe, pasó la guerra en el bando nacional y se empleó en la oficina de propaganda de Burgos. Fue allí, una mañana burgalesa muy fría, parecida a las mañanas sorianas, donde se enteró de la muerte de su hermano. Lo leyó en la prensa francesa. Un suelto anunciaba que «le poète Espagnol Antonio Machado est mort à Collioure». Trampeó todo lo que pudo, consiguió un salvoconducto mediante sobornos y trapicheos y cruzó la frontera para viajar por todo el Midi hasta llegar a Collioure. Pero su madre ya había muerto, y Antonio estaba enterrado. Manuel escribió muy poco el resto de su vida. Por eso no es extraño pensar que ese poema es en verdad de Antonio y que Manuel fue sólo un médium.

¿Y si en los calendarios españoles tuviera más peso el 22 de febrero que el 23? Viviríamos en un país mejor.

 

Imagen: Antonio Machado retratado por Leandro Oroz Lacalle