No me convenzes, ni con Z ni con C, por Sergio del Molino
Había leído y escuchado a tanta gente cabreada por Convénzeme, con Z de Zweig, el programa de libros de Mercedes Milá en Mediaset, que me vi tentado de comprobar si era tan irritante como decían. Y la verdad es que no lo es, y eso no es bueno para el programa, si se hace caso a su manifiesto fundacional, expresado por la propia Milá: “No queremos escritores, ni editores, ni críticos: han tenido su tiempo, han hablado de todo lo que han querido y a los lectores nunca nos han hecho caso. Jamás nos han preguntado por qué leemos, por qué nos gusta tanto un libro o por qué nos disgusta otro. Ha llegado nuestro momento”. Hay una beligerancia contra los escritores, editores y críticos, entendidos como un establishment sordo y ciego a los gustos y pasiones del pueblo oprimido. Es decir, es un programa contra mí, o debería sentirlo contra mí. Debería enfadarme, hacerme retorcer en mi sillón de orejas y provocar que se me cayesen la pipa, el monóculo y la copa de brandy. Y, sin embargo, me quedo como estoy. El programa me deja indiferente. Si acaso, si lo pienso un poco, algo triste, pero esa tristeza viene por mi propia reflexión, no es culpa del programa en sí.
Digo triste porque sé de sobra lo dificilísimo que es abrir ventanas en la tele y en la radio (incluso en la prensa, cada vez más) para hablar de libros. Sé (porque me lo han dicho mientras tomaban un vino conmigo, no son suposiciones) de tres o cuatro prestigiosas presentadoras, y algún presentador, que llevan años suplicando que les dejen montar un programa de libros o de contenidos culturales, y no hay manera. Incluso en televisiones públicas, que llevan en su razón de ser el encargo de divulgar la cultura, el tiempo dedicado a los libros es rácano y sus responsables trabajan siempre con una espada de Damocles porque sus jefes tienen pánico a dejar hablar a un escritor más de cinco minutos, no sea que se esfume la poca audiencia que se tiene. Hay tan poquita cosa y es tan improbable que un libro arañe un ratito de tele, que cuando se consigue, hay que hacerlo muy bien. Un programa como Convénzeme podría tener sentido en un panorama audiovisual donde fuera cierto eso que dice Milá de que “han tenido su tiempo” y “han hablado de todo lo que han querido”. ¿Dónde? ¿En qué cadena? ¿Cuándo fue eso? ¿Por qué me lo perdí? Si hubiera una oferta de programas culturales decente, se podría complementar con todas las tonterías y boutades que se quieran, pero, que yo sepa, Convénzeme es el único espacio que Mediaset dedica a los libros en todos sus canales, que suman muchísimas horas de programación. Es también el único programa dedicado a los libros emitido por una televisión privada. Si ese es el compromiso de la tele con la literatura, sólo puedo tomármelo a broma. Mediaset nos quiere contar un chiste, nada más.
Un programa grabado en una librería (propiedad de la presentadora) con teléfonos móviles en lugar de cámaras. Ahora se llama innovación lo que antes era cutrerío, hacer las cosas con el presupuesto de un Bollicao y con el espíritu de unos alumnos haciendo prácticas para aprobar una asignatura. Cuando un medio de comunicación apuesta por algo, se nota principalmente en que tiran la casa por la ventana. En plató, recursos, gente, técnica, lo que sea. Convénzeme parece más una concesión contractual para retener a una estrella, como si pide cerezas y champán en el camerino. ¿Que quiere media horita para sus cosas de libros? Pues se compran unos iPhones y se apaña, que caprichos más raros se han concedido. Luego se coloca en la parrilla de uno de esos canales de la TDT que nadie ve y que no se sabe qué hacer con ellos. Mínima molestia para Mediaset, y Mercedes Milá, tan contenta con su juguete nuevo.
En cuanto al contenido, el enfoque populista, marca registrada de Milá en casi todos sus productos, causa más risa que indignación. Tiene que ver con esa creencia totalizadora, fermentada en las redes sociales, de que el pueblo ha tomado la palabra, arrebatándosela a los sacerdotes que la tenían secuestrada. Yo creo, de nuevo, que es simple pereza y chapuza: a los lectores espontáneos que salen no hay que pagarles. Buscar colaboradores cualificados que sepan de lo que hablan no sólo cuesta dinero, sino que requiere tiempo y esfuerzo para seleccionarlos, y ni Mediaset ni Mercedes Milá están para recoger currículos ni hacer pruebas de cámara. Llenar el programa con aportaciones espontáneas libera también la partida de guionistas del presupuesto. Cuando una cadena presume de dejar participar a la audiencia o incluso le dice que ella forma parte del equipo es porque quiere que la audiencia le haga el programa gratis.
Cabe preguntarse qué interés tienen los juicios literarios de lectores que pasaban por allí, de quienes no sabemos nada, ni su bagaje cultural, ni de dónde vienen, ni adónde van. A los críticos, escritores, periodistas y escritores se les podrá tener en cuenta o no, pero se trabajan su credibilidad. Ustedes podrán tomarse en serio las recomendaciones que dejo aquí cada semana o pensar que soy un idiota iletrado, pero no soy un misterio: si ponen mi nombre en google averiguarán un montón de cosas sobre mi trayectoria, mis libros, mis artículos, mis intervenciones, mis conferencias, etcétera, y esa información les servirá para poner en contexto mis juicios y decidir si merece la pena perder el tiempo con ellos. A mí no me interesan las recomendaciones que trae el viento. A usted, tampoco. ¿O valora por igual los consejos de todos sus amigos? Cuando necesita una guía, una recomendación o una pista, ¿pregunta al azar a la primera persona que se cruza por la calle o procura acercarse a alguien que sabe del asunto que le preocupa? Cuando se va un fin de semana a Londres, ¿a quién le pregunta por un restaurante? ¿Al amigo que ha vivido diez años en Londres o al que nunca ha salido de su pueblo? Que un completo extraño, cuya relación con la literatura ignoro, me diga que hay que leer o que desleer tal o cual libro, ¿qué me aclara?
Hay en España periodistas, escritores, guionistas y presentadores con enorme talento y oficio, capaces de producir contenidos culturales para un público generalista que no den vergüenza ni parezcan el trabajo de fin de curso de unos alumnos de segundo de periodismo. Convénzeme es una burla a la vocación y el trabajo de toda esa gente. Una burla tan gratuita como el coste del programa. Una burla que sólo se consiente en el ámbito de la cultura, porque no veo que se hagan programas de deportes o de política con intervenciones de tipos espontáneos. Las cadenas no consentirían que entrase cualquiera a hablar de esos temas. Para eso sí que hay selección y profesionalización. Para los libros… Total, si sólo son libros, ¿qué más da? Rellena como sea y termina rápido.
Fotografía: Mercedes Milá (Mediaset España)