Aquí y ahora 9 (Diario de escritura), por Miguel Ángel Hernández
Lunes 12 de septiembre
Te levantas resacoso y con dolor de cabeza. Los efectos de la boda de Juan y Andrea aún persisten. Vas a la universidad medio zombi y firmas unos documentos del doctorado. No hay nadie en los pasillos. Regresas a casa e intentas hacer algo en condiciones. Pero no te centras. Dormitas, lees, te levantas y te acuestas siete veces. Ya no tienes edad para estos excesos. Por la noche, aún sigues viendo sombras cuando cierras los ojos.
Martes 13 de septiembre
Despiertas sobresaltado con la peor pesadilla que has tenido en mucho tiempo. La resaca de lo que tomaste parece hacerlo todo más vívido, incluso los sueños. Los hermanos de tu novela te acechan. Ella acaba de salir de su tumba y te muestra sus heridas. ¿No ves que las estás haciendo sangrar?, te dice. Y antes de que puedas responderle agarra un cuchillo del suelo y comienza a perseguirte hasta que caes por un barranco.
No te quitas la mala sensación durante todo el día. Puedes sentir el regusto del miedo en la garganta hasta la hora de comer.
Por la tarde, lees los trabajos de fin de master que tienes que evaluar al día siguiente. Aprendes con algunos de ellos. Aunque de nuevo percibes que estás lejos, muy lejos de la Historia del Arte.
Por la noche, comenzáis a ver Narcos. Te engancha desde el primer capítulo. Tiene una manera de contar la historia, mezclando realidad y ficción, que te resulta magistral. Una lección de narrativa.
Miércoles 14 de septiembre
Toda la mañana en el tribunal de TFM. Siempre eres coloquial en estos actos. Pero hoy, por alguna razón, decides hablar de usted a los estudiantes. Te has levantado con la necesidad de crear una cierta distancia. En ocasiones, las formas, las tradiciones, tienen un sentido. El ritual es un estado de excepción.
Pasas la tarde reconstruyendo un texto que te pidieron como un favor y que ha acabado convirtiéndose en una condena. Te han cortado dos páginas, has tenido que ampliarlo…, a veces sería mejor decir no directamente al principio y no tener que ir sufriendo las consecuencias. Como se dice vulgarmente, mejor una vez colorado que toda una vida de amarillo. La próxima dirás que no, seguro.
Jueves 15 de septiembre
Sigues corrigiendo la reedición de La so(m)bra de lo real. El texto te es ajeno, pero hay párrafos que crees que están logrados y merece la pena que vuelvan a ver la luz. Eso sí, en ninguno de ellos te reconoces.
Haces la maleta para el viaje del día siguiente y te sumerges en la lectura de Ciudad abierta, de Teju Cole. Piensas que es así como te gustaría escribir. Una escritura reflexiva, llena de sabiduría, que mira al mundo de nuevo con unos ojos que se parecen muchos a los del artista o el fotógrafo. No importa que la narración no avance, que no haya nada que resolver. Es una exploración del mundo. Una mirada. Es la escritura como herramienta de conocimiento.
Viernes 16 de septiembre
Sales temprano con Leo hacia Sevilla, donde participáis en el Bookstock, una feria de edición independiente, con charlas, presentaciones y conciertos. Nada más tomar la autovía hacia Andalucía comienzas a sentir una emoción extraña. Te gusta viajar hacia el Sur. Los carteles de los pueblos y las ciudades te reconfortan. Benalúa, el pueblo de tu padre, Antequera, donde se conocieron él y tu madre; Guadix, Purullena… todos esos nombres aparecían una y otra vez en las conversaciones de tus padres. Leerlos en las señales es volver a escuchar su voz. Sientes que perteneces a ese lugar. A ese Sur que era su paraíso y que, ahora, regresa como un eco de la memoria.
El viaje se hace corto —a pesar de las cinco horas y pico— y llegáis sin problema. Aparcáis junto al hotel e incluso da tiempo a una pequeña siesta antes de tu intervención en el Bookstock. Nunca habías ido a Sevilla, pero te enamora desde el primer instante. La gente, la comida, el ambiente, incluso el calor… Todo te cautiva. Tienes la sensación de que podrías vivir allí para siempre.
Por la tarde, junto a Adam, María Fernanda y Jenn, presentas The Short Story Project, un regalo para los amantes de los cuentos. Aunque improvisáis desde el principio, no llega a salir mal del todo.
Después, con una cerveza en la mano, no cesas de departir con los amigos. Los que ya conoces, Olga, Sara o Fran, y los nuevos descubrimientos, Braulio, Rafa o Verónica.
Os llevan a cenar a La fresquita, un clásico cofrade. Conforme avanza la noche, tu amor por Sevilla sigue en aumento. Cuando, tras unos gin-tonics, regresas solo callejeando por el centro, sientes que el tiempo se frena. Disfrutas del paseo solitario y del eco de tus pasos en la noche. Te reencuentras con algo que no sabes muy bien lo que es. ¿Por qué estás tan en casa en este lugar? Te lo preguntas una y otra vez. Y acabas llegando a la conclusión: es el lenguaje. Cada vez que sales de Murcia hacia el Norte, te dejas en casa el acento murciano. Aquí, sin embargo, se ha venido contigo. Y con él, todo tu ser verdadero. No hay impostura en ningún momento, no hay tensión. Sientes una comunión con el mundo.
Sábado 17 de septiembre
Te levantas con algo de resaca, no mucha, y desayunas con tranquilidad en una terraza junto al hotel. Lees los periódicos, miras internet…, estás en casa. Después, quedas con Leo en la librería La Extravagante y compras algunos libros. Se suma Braulio y os lleva hasta el Santa Marta, donde pruebas una tortilla de patatas deliciosa que apenas cabe en la foto de Instagram.
Al llegar al Bookstock, te encuentras con Raquel, Astur, Mireya, Carmen y José y decidís ir a comer a Los Claveles. Se te hace la hora de la conferencia entre cervezas, flamenquines, montaditos y tortillas de camarones. Llegas justo a tiempo, cuando Leo y Rebeca ya están preocupados. Pero está todo bajo control. Te pones delante del micrófono y desaparece la ebriedad. O al menos eso crees.
Termina la charla y sigues con las cervezas. Pierdes las cuenta de las que llevas. Hace un calor de muerte. Tienes que regresar al hotel para ducharte y cambiarte de camisa. De camino, te contienes para no entrar en todos los bares.
Después del concierto, salís en procesión buscando un lugar para cenar. Alguien te reconoce por la calle y te dice que leer Intento de escapada le hizo dedicarse al arte. No puedes amar más este lugar.
Acabáis en un bar silencioso. Los camareros y los propietarios son mudos. Parece Suiza, dice Leo. Nadie levanta la voz. Hay que escribir en un papel e ir pidiendo por gestos. La comida es un regalo. El calor no se puede aguantar.
De ahí, salís hacia un bar donde está la gente del Bookstock y os invitan a unas copas. Todo es alegría y amistad. En el exterior, con Antonio, Olga y Paco, habláis del sentido que tienen estos encuentros y dices que para ti, en el fondo, todo forma parte del trabajo. Por supuesto, disfrutas, lo pasas bien, es el sitio en el que quieres estar, pero no es puro ocio. Venga, vamos a trabajar, compañero, dice Antonio. Y os volvéis a la barra.
Al final, os cierran el bar y callejeáis buscando algo abierto. Es difícil, pero acabáis encontrándolo. No sabes la hora que es. No te importa. Todo es mágico.
Verónica os acompaña hasta el hotel. Es otro de los descubrimientos. Como tanta gente maravillosa en este lugar. Vas a tener que darle la razón a Los del Río. Sevilla sigue teniendo su duende.
Domingo 18 de septiembre
La vuelta es otra cosa. El viaje se hace eterno. Ponéis la radio y os reís con Buenafuente y Berto Romero. Nadie sabe nada. Son genios del humor y la improvisación. Hacen que el regreso sea más llevadero.
Al llegar a casa, caes rendido en la cama. Te levantas para ver el Madrid y te vuelves a acostar. Han sido dos semanas intensas. Demasiado. El cuerpo ya no puede más. Pero todo ha merecido la pena.