Aquí y ahora 5 (Diario de escritura), por Miguel Ángel Hernández

Lunes 15 de agosto

Temprano, escribes. La rutina ya está en marcha. Tienes la historia en la cabeza, pero sigues dudando respecto a la forma. Tres voces es demasiado para lo que quieres contar. Va a ser demasiado difícil seguir la trama. Ya lo solucionarás, piensas. Aún no es el momento. Debes centrarte en lo que estás escribiendo. Ya verás qué haces con esas voces que no sabes dónde colocar.

A finales de la mañana vas al gimnasio y te subes en la elíptica hasta que te sudan las pestañas. Regresas cansado y te cuesta trabajo salir de la siesta. Por la tarde, resucitas. Te resucitan.

 

Martes 16 de agosto

Escribes el diario durante toda la mañana. Sale los miércoles, pero siempre lo escribes los lunes por la noche o los martes por la mañana. Durante la semana tomas notas en el teléfono, pero lo escribes de un tirón. Es el mejor modo de dotarlo de unidad.

Por la tarde, te vistes para ir al gimnasio pero antes de salir por la puerta desistes. Prefieres quedarte en casa escribiendo e intentar solucionar  como sea el problema de las voces de la novela. Aunque es algo que se te va a plantear más adelante y podrías seguir escribiendo, la incertidumbre te bloquea y te incapacita para seguir avanzando. Te encierras en el despacho, bajas las persianas, lo apagas todo salvo la luz tenue del flexo y dejas sobre la mesa un paquete de folios en blanco. No vas a moverte de ahí hasta que no soluciones el problema. Lo intentas con todas las voces, como si fueras un músico probando qué instrumento es el que mejor suena para su composición. Haces todo tipo de esbozos y esquemas. Imaginas todas las posibilidades. Y, al final, cuando menos te lo esperas, ocurre el milagro. Algo suena bien. Las tres voces se convierten en dos. Sólo dos tiempos. Pasado y presente. Has solucionado el enigma. Respiras. Saltas de la silla. Y agradeces por una vez ser perezoso y no haber ido al gimnasio. No tienes demasiado claro si habrías llegado a esa solución en otro momento. La escritura es decisión y trabajo, pero a veces es también una red de contingencias encadenadas.

 

Miércoles 17 de agosto

Sales a correr. Menos de media hora. Es temprano, pero no aguantas el calor.

Te duchas y, acalorado, sales con Raquel para Mazarrón, donde almorzáis con Leo y María. Las primeras cervezas en un chiringuito de Bolnuevo os cuestan más que el resto de la comida en la Meseguera. Acabáis con unos gin-tonics en el Faro, con una vista privilegiada del puerto. Un gofre con chocolate y helado te sabe a gloria.

A la vuelta, compráis para una base tapizada para sustituir el somier de láminas que ahora tenéis en la cama. Hace unas semanas comprasteis un colchón viscoelástico pero es tan blando y adaptable que no te deja dormir. La solución para ganar firmeza es una base tapizada. Al menos eso te han dicho. Pero van a tardar una semana en llevarla a casa. Mientras tanto, intentarás aguantar el dolor de espalda. Ni siquiera es cómodo para el sexo. Se te hunden las rodillas y hay posturas que no puedes hacer porque pierdes el equilibrio. La próxima vez que compres un colchón también tendrás eso en cuenta. Aunque haya que probarlo en la tienda delante de todos.

 

Jueves 18 de agosto

Por la mañana, repasas La so(m)bra de lo real, un libro que escribiste hace más de diez años y que va a reeditar Excodra. Mientras corriges erratas, percibes cómo ha cambiado tu escritura en este tiempo. Antes escribías para exhibir lo que sabías. Cada dos frases hay una nota al pie y todo es demasiado farragoso. Se nota demasiado que querías impresionar. Ahora intentas hacerlo todo más fácil. La escritura no tiene por qué evidenciar siempre lo que hay detrás. Con el tiempo te has dado cuenta de que menos es más. Aunque para llegar a ese menos haya que tomar el camino más largo.

Comes con Marta y te relata su viaje a Japón. La tarde se pasa en un segundo. Después, David te cuenta que ha decorado el techo de una mezquita en Granada y te pide opinión. No sabes qué decirle.

Por la noche, terminas de ver Borgen con Raquel. Os saltáis los últimos capítulos para llegar al final y acabarla de una vez. La última temporada es pésima.

 

Viernes 19 de agosto

Pasas la mañana ordenando el cuarto de los líos. Allí encuentras de todo. Fotos, documentos, objetos, viejos móviles, consolas, teclados…, más de diez años de recuerdos. Un viaje en el tiempo.

En la siesta tienes sueños extraños. Tu cuerpo se llena de hormigas y una mujer desconocida se excita lamiéndolas. Después, cuando intentas copular con ella, te dice que hace tiempo fue un insecto y te ofrece sus dos anos, uno de ellos en mitad de la espalda. Introduces tu polla en el ano superior y te despiertas a punto de eyacular con una excitación extraña. Tienes que masturbarte para poder levantarte de la cama.

España pierde con Estados Unidos y, mientras tanto, abrís una botella de vino blanco. La excitación de la mujer hormiga permanece y tienes que ponerle remedio. Después, con el vino que ha sobrado, te encierras en el despacho y escribes hasta la madrugada. No sueles escribir borracho, pero esta noche te apetece. Sientes la historia fluir. Al día siguiente tendrás que corregirlo todo. Entiendes mejor que ningún día el apócrifo de Hemingway: “write drunk, edit sober”.

 

Sábado 20 de agosto

Repasas lo que habías escrito la noche anterior y no estaba tan mal, al menos para esta fase de la escritura. Has decidido escribir casi con los ojos cerrados hasta tener una primera versión. Ya tienes la estructura; sabes cómo vas a engarzar las piezas del puzle. Así que puedes escribir tranquilo. Es todo recto. Ya recortarás y editarás más adelante.

Pasas la tarde leyendo El amor en los tiempos del cólera. Ha sido la lectura de esta semana. Tenías pendiente a García Márquez. Nunca habías encontrado el momento hasta ahora. Es una historia emotiva. Y la prosa juega en otra liga. Te ha gustado esa historia de amor al final de la vida. Amor sostenido. Y sobre todo te ha interesado la intuición de que hay cosas que permanecen. La vejez, la madurez, la juventud…, todos los estados por los que uno va pasando, en realidad, nunca logran eliminar lo que hay debajo. Las cosas se superponen. Unas sobre otras. Nunca seremos viejos del todo, piensas. Vivir es viajar en el tiempo.

 

Domingo 21 de agosto

La novela comienza a avanzar. Planificas el futuro. Quizá en diciembre tengas una versión legible. Esa posibilidad te anima y acelera la escritura.

A media tarde, sales a andar para despejarte y visitas a tu vecina Julia. Te cuenta historias de ese pasado oscuro sobre el que escribes. Tienes que sacar el móvil para apuntarlas. De camino a casa, te escribe Marta parar decirte que en La Opinión han comenzado una sección de crímenes históricos de Murcia. ¿Has tenido tú algo que ver?, te pregunta. Nada. No conocías esa sección de crónica negra. Sería curioso que apareciera allí el crimen de tu novela. Precisamente ahora. Por un momento tienes miedo. Quizá estés invocando con demasiada intensidad los fantasmas.