Aquí y ahora 33 (Diario de escritura), por Miguel Ángel Hernández
Lunes 6 de marzo
La realidad anestesia. Desde temprano preparas la clase del taller literario. Hoy toca hablar del diálogo narrativo. Es uno de los temas más complejos. Cómo hacer que el diálogo suene natural, que el personaje se oiga, que se vea, que se haga presente como si fuera real. El diálogo es el momento realista de la narración. El momento en el que alguien, aunque sea una cafetera, habla. Y tiene que hablar como lo que es. Llenas los folios de consejos, reglas y explicaciones. Como si tú realmente lo tuvieras claro.
Por la tarde hablas demasiado. Mucha teoría. Acabas la clase cansado. Después, vuelves a hablar. Tienes menos palabras. Y regresa la tristeza.
Martes 7 de marzo
Hoy hace nueve años que murió tu madre. Lo sabes, no se te olvidará jamás. Pero, por si acaso, Facebook te lo recuerda. “Un día como hoy…” Comienzas a ir hacia atrás y siempre te encuentras con el mismo estado de Facebook: “Ocho años ya”, “Siete años ya”, “Ya han pasado seis años”, “Cinco años ya”, “Cuatro años ya”, “Tres años en un segundo”, “Dos años ya”, “Un año en un abrir y cerrar de ojos”. Es una cuenta atrás que acaba en 2009. Aún no tenías Facebook el año que murió tu madre. En 2008 tu blog era lo más parecido a eso. Buscas allí y encuentras la entrada del 8 de marzo. La vuelves a leer: “Ayer murió mi madre. Aún no he comenzado a asimilarlo. Estoy perdido en las palabras. Apenas tengo fuerzas para escribir. El lenguaje es estéril para traducir la experiencia de la muerte.” Después de nueve años las palabras siguen sin llenar el vacío de sentido. El duelo no ha terminado. No hay manera de encontrar lógica a la sinrazón.
Por la tarde comienzas a leer el libro de Mieke Bal sobre la relación entre Munch y Flaubert. Conforme avanzas te das cuenta de la sabiduría y la destreza de Mieke. Cada párrafo es una declaración metodológica. La pintura de Munch crea un personaje, Edvard. La literatura de Flaubert, otro, Emma. Los personajes tienen vida. Son actores en un marco de representación. La literatura y la pintura de estos autores es “cinemática”. Se mueve. En todos los sentidos. Y, moviéndose, logra conmover. El arte, para Mieke, en realidad, por encima de cualquier otra cosa, es movimiento. Pensar es también poner las cosas en movimiento. Actuar es mover el mundo. Vivir es moverse hacia delante. Subrayas esa idea. Y la comparas con todo lo que sientes ahora: el pasado, aún ahí, la felicidad del aire que una vez respiramos; el futuro, incierto, imposible. Sólo hay presente. Y para que ese presente esté vivo debe moverse, latir. Es difícil, pero es lo único que tienes: que todo sigue latiendo.
Miércoles 8 de marzo
Se rompe la cisterna del inodoro y tiene que venir de urgencia el fontanero. Se te va medio sueldo en la reparación. Llegas con el tiempo justo a una reunión en la universidad. Después, también con el tiempo justo, sales para Valencia a una charla en el máster de Historia del Arte. Las dos horas y media de coche se pasan en un abrir y cerrar de ojos. Podrías ir y volver a Moscú y te faltaría tiempo para intentar aclarar la mente.
En Valencia, hablas sobre el artista como historiador y el historiador como narrador. Enfatizas la idea de que es posible producir conocimiento a través de los afectos, más allá de la racionalidad pura, por medio de una especie de razón poética, un conocimiento estético, en el sentido original que Baumgarten dio a la estética: el conocimiento a través de los sentidos y la imaginación.
Tras la charla, cenas con Luis y habláis sobre el estado de la Historia del Arte y los Estudios Visuales. También él se siente fuera de lugar, como cualquiera que concibe la necesidad de salir de lo establecido. Os consoláis pensando que cada vez son más los que se dan cuenta de que es necesario moverse y traspasar los límites, y sobre todo buscar el placer –y no sólo el deber– en lo que se hace. Al fin y al cabo, eso es lo que en realidad importa: el placer de la acción. Si no, todo es un artificio sin sentido.
Te acuestas temprano en el hotel. A lo lejos, escuchas los gritos de los aficionados del Barça tras la remontada ante el PSG. Intentas leer unos párrafos de Knausgard. Enseguida te vence el sueño.
Jueves 9 de marzo
Te levantas sin prisa. Desayunas despacio, caminas despacio, regresas despacio en el coche. Todo se mueve a cámara lenta. Por un momento, el mundo se ralentiza y sientes que respiras.
Por la tarde, taller literario. Después, te tomas una cerveza con algunos de los estudiantes. Silvia, María José, Inma, Marga y Fran. Percibes la cercanía y amistad que ha surgido entre ellos. Nada más que por eso, el taller ya ha tenido sentido. Después, se une Leo. No acabáis demasiado tarde, pero el vino se te ha subido a la cabeza. Antes de dormir, pruebas las pastillas anti-resaca que has comprado en internet. No te das cuenta de que llevan cafeína. Pasas la noche en vela.
Viernes 10 de marzo
Te despiertas con dolor de estómago y, mientras desayunas, preparas la clase sobre Cézanne y los postimpresionistas. Llegas a la Facultad temprano y haces tiempo charlando con los alumnos. En clase no estás demasiado lúcido, pero sales airoso. Regresas a casa y te tiras sobre la cama. Dos horas de siesta hacen milagros.
Por la tarde, clase de conversación con Zach. Una vez más habláis sobre la ayahuasca. Cada vez estás más convencido. Al llegar a casa, indagas algo en internet y compras varios libros sobre el ritual y la experiencia mística. Quizá jamás llegues a probarla –eres demasiado temeroso–, pero no puedes evitar que te intrigue esa posibilidad de autoconocimiento y ampliación radical de la percepción.
Cenas con Raquel en el mexicano y veis una película española de cuyo nombre no quieres acordarte. No puede ser más mala, pero te sirve como evasión y consigues pasar un buen rato.
Sábado 11 de marzo
Con los tacos y la michelada sin digerir, a las diez de la mañana, almuerzas con tus hermanos en el Yeguas. Leo os acompaña. A las once y media ya han llegado los gin-tonics. Tu estómago no sabe ni dónde está. Después, coméis algo más en Murcia y seguís la tarde con gafas de sol. Cuando son las diez de la noche ya no podéis más. El último vino es vicio. Los cuerpos también tienen su límite.
La noche entonces se vuelve extraña. Tú estás cansado y no tienes capacidad de reacción. No puedes asumir la realidad. No puedes construir nada. Las palabras vuelven a desaparecer. Incluso la posibilidad del pensamiento. A partir de un momento, todo se ofusca y comienzas a sentir una presión en el pecho. Es la realidad, que regresa para imponerse. La realidad, que quiere llevárselo todo por delante. Una y otra vez.
Al acostarte sientes palpitaciones. El corazón está acelerado. Sueñas que el mundo se acaba y todo se resquebraja. En el sueño estás solo. Todos han desaparecido. Y la tierra se llena de grietas que se abren bajo tus pies. Mantienes el equilibrio hasta que caes por una de ellas. Te despiertas sobresaltado y ya no te duermes en toda la noche.
Domingo 12 de marzo
Un momento de descanso. Lo necesitabas. El piano de cola en medio de la catástrofe. La belleza reclamando su lugar cuando todo se viene abajo. Recuerdas los versos de María Auxiliadora Álvarez. Los llevas impresos en tu camiseta de Candaya. Piensas que ahora tienen un sentido renovado. «La lluvia no nos nombró esta vez / no lo hizo / el derrumbe / nos ha dado / una nueva montaña / y una alta brisa final / sobre lo devastado».