Aquí y ahora 18 (Diario de escritura), por Miguel Ángel Hernández

Lunes 14 de noviembre

Esta semana intentas hacer la dieta. Mides el aceite, pesas las raciones, miras los dulces de reojo. No sabes cuánto vas a poder aguantar.

Se te va la mañana preparando el taller literario de por la tarde. El tono y la voz. Buscas ejemplos de textos. Te gusta hablar de literatura. Sientes que tienes cosas que decir y que puedes aportar algo. Pero no es posible estar en todos los lugares sin que el cuerpo se resienta. Tendrías que haberlo sabido antes de comprometerte. Al final creías que te iba a quitar menos tiempo. No puedes llegar a todo. Demasiadas losas sobre tu cabeza. Afortunadamente, aún quedan espacios para que se frene el tiempo. Son esos instantes los que te dan la vida.

 

Martes 15 de noviembre

Escribes el diario y te cuesta más de lo previsto. Todo sucede a cámara lenta. Incluso la escritura.

Te emocionas con el anuncio de la lotería. Te sorprende con las defensas bajas y dejas caer unas lágrimas. Es pura manipulación de las emociones. La música, los afectos, la nostalgia…, saben dar en el lugar en el que más duele. Capitalismo emocional destilado.

Ves durante unos minutos el nuevo programa literario de Mercedes Milá: Convénzeme, con z de Zweig. Te convences rápidamente de que no debes volverlo a ver. Es la forma televisiva de la dictadura del like. “Me gusta/no me gusta. Y me da igual lo que diga el sanedrín.”

 

Miércoles 16 de noviembre

Mañana de tutorías para el trabajo de fin de grado. Después, en clase, una hora de psicoanálisis del arte. Las lecturas que Freud hizo de la infancia de Leonardo y del Moisés de Miguel Ángel. Hay ahí mucho de pasado obsoleto. Pero también hay elementos rescatables: la obra como síntoma, la necesidad de observar lo menos evidente, el detalle, el lapsus, lo apenas visible. Ahí está la clave de la interpretación.

Por la tarde corriges el Diario de Ithaca. En unas semanas verá la luz gracias a la Fundación Newcastle. Mientras vuelves a leerlo, revives tus días en Ithaca. Corriges palabras, pero no puedes evitar leer imágenes. Imágenes y sensaciones. Localizas el tiempo y el espacio de cada párrafo. Hay un recuerdo para cada una de las escenas. Leer el propio diario es movilizar la memoria. Te resulta curioso especialmente el pasaje en el que escribes cómo corregías las entradas de Presente continuo para su publicación en Balduque. Escribir esto ahora convierte tu diario en una especie de bucle autorreferencial. Un diario que habla de un diario que habla de un diario.

Por la noche intentas ver con Raquel The Girlfriend Experience. Le dais unos cuantos episodios, pero os cansáis enseguida. No puede ser más plana. Buen sexo, pero nada más.

 

Jueves 17 de noviembre

Te levantas con el tiempo justo para preparar las dos horas de clase de la mañana. Terminas con Freud y comienzas con Lacan. Sientes cómo se abren las cabezas de tus estudiantes cuando explicas las tres dit-mansions del sujeto, lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. Acabas exhausto, como si te hubiera pasado un camión por encima, y apenas puedes atender a la tutoría posterior, en una terraza cercana para que dé el aire.

Comes, duermes la siesta y te levantas recuperado para las dos horas de taller de la tarde. Allí sientes que todo fluye. Quisieras quedarte algo más al terminar, pero tienes que volver a casa para escribir un resumen de Intento de escapada. La agencia que gestiona los derechos audiovisuales va a presentar un proyecto cinematográfico y necesitan cinco páginas que resuman la novela hasta el final. Pasas la noche escribiendo y te reconcilias con la historia. Por alguna razón, quizá porque te obsesionaste con El instante de peligro, últimamente has renegado algo de tu primera novela. Pero, mientras recorres sus páginas para buscar la esencia de la historia, te das cuenta de que ahí hay algo que merece la pena. Marcos, Montes, Omar, Helena…, retomas de nuevo la emoción de los días en que estos personajes vivieron en tu cabeza.

 

Viernes 18 de noviembre

A las doce de la mañana quedas con Alejandro. Se ha confundido y pasas más de una hora esperando en el café. Aprovechas para leer. Disfrutas con el relato de Nere Basabe que fue finalista del Premio Cosecha Eñe. Es una delicia absoluta. Puro desasosiego.

Después, te encuentras con Belén, Luis y Antonio para un aperitivo en el Luis de la Rosario. El camarero sigue sin insultarte, pero el vermú granizado merece todos los sacrificios. También las anchoas encebolladas y la torta de camarones. Ahí se te rompe la dieta. Hasta aquí has llegado esta semana. No salís de allí hasta que cierran el bar. La tarde se alarga y entráis al 609, donde os reciben con una degustación de Jameson. No sabes decir que no. Sigues un poco más con Belén y Marta, que se ha incorporado al grupo. Estás a gusto y no quisieras que se acabara el día. Exaltación de la amistad. De la amistad verdadera.

 

Sábado 19 de noviembre

Por la mañana dormitas, lees los periódicos y acabas de ver el último episodio de Black Mirror. No es tan bueno como habías imaginado.

Visitas a tu vecina Julia. Te hace sentir culpable por apenas ir a verla. Tiene razón. Le dices que aparecerá en tu novela. Pero si yo no sé escribir, dice, no me van a entender. No te preocupes, la consuelas, ya buscaré la forma de que te entiendan.

Por la tarde, ves La llegada, la última película de Denis Villeneuve. Desde Encuentros en la tercera fase, te obsesionan las películas de extraterrestres y sueñas constantemente con invasiones alienígenas. Y La llegada te fascina. No es una película de ciencia ficción corriente. En realidad, es una reflexión sobre cómo el lenguaje configura nuestro modo de pensar. Como en otras ocasiones, Villeneuve muestra cómo funciona la comunicación entre sujetos de contextos diferentes. Se trata, al final, de una película acerca de la posibilidad que tenemos de entender al otro, aunque ese otro sea, aparentemente, un ser radicalmente diferente de nosotros. El lenguaje del otro abre nuestra percepción del mundo. Frente a tanto film distópico y catastrofista, Villeneuve ofrece una salida. El entendimiento es posible. Difícil, pero posible. “Encuentros en la tercera frase”, escribes en un tuit.

Tras la película, el Madrid gana el derbi. El día no puede acabar mejor.

 

Domingo 20 de noviembre

Regresas a tu novela. Te sientas frente al ordenador cuando despiertas y apenas te levantas en todo el día. Mientras escribes, evocas el pasado. En un determinado momento, te sorprende un ramalazo de nostalgia. Es fuerte. Lo sientes por todo el cuerpo. Tienes que parar unos segundos. Levantarte y tomar aire. Has punzado algo con la escritura. Como cuando un médico toca el órgano sensible al dolor. Has tocado algo dentro de tu cuerpo. Algo que duele. Por la noche, regresan las pesadillas, como un eco de la escritura. No sabes cuánto tiempo vas a poder aguantar esto. Necesitas acabar con esta novela antes de que ella acabe contigo.