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A los amantes de la novela negra no deben resultar ajenas las peripecias del detective Mario Conde, empeñado en resolver casos y retratar —al mismo tiempo— el alma desengañada de la sociedad cubana. Escritas desde el presente, y sin embargo mirando al origen de la Revolución, en las novelas de Padura sobre Conde —y sobre Cuba— recae el peso de su producción. Adiós, Hemingway (2001, 2006) nos traslada a la casa museo de Ernest Hemingway en La Habana, en cuyo jardín se ha descubierto el cadáver de un hombre, y una pista que apunta alto: una placa del FBI. Padura analizó aquí no solo los últimos años de Hemingway, sino también la relación entre Cuba y Estados Unidos.
Otra buena opción para asomarse al universo Padura, y al universo Conde, es Vientos de Cuaresma (1994, 2009), con la que el escritor cubano cerró su tetralogía Las cuatro estaciones, en la que se incluyen Máscaras (1997), Paisaje de otoño (1998) y Pasado perfecto (1991). Mario Conde también tiene corazón, y se enamora de la bella Karina, aficionada al jazz. En paralelo, una profesora de Química ha aparecido asesinada en su apartamento. Las dos historias transcurren sin tocarse, entre el amor que se vive y el horror que se descubre, y desembocan en una meta común: el lado oscuro.
(Detalle de la cubierta de la edición en bolsillo de Adiós, Hemingway.)