Entrevista a Patricio Pron, por Martín Parra
Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975) es un autor reconocido. A Patricio Pron no sé cómo le sienta que le digan esto, ni si en su conciencia de merecimiento (¿quién no tiene una de éstas?) se descubre muy engalanado.
Vamos a ver si nos enteramos.
No voy a detenerme en preguntas de buró, Patricio. Voy a ir al asunto que interesa aquí y después ya compondré la figura de entrevista. ¿Te parece?
Vale.
(Vale). Dime, ¿en qué ciudad vives? ¿Se puede llegar a sentir nostalgia por ciudades en que uno nunca ha estado?
Vivo en Madrid. No siento nostalgia a menudo; de hecho, casi nunca.
¿Y sobre aquella Argentina depredada de principios de los ochenta, de cuyo latido asmático te aureolas en la novela Nosotros caminamos en sueños, qué queda por decir hoy?
Mucho, y posiblemente lo dirán otros.
¿Reviste conflicto la permanente revisión de nuestras certezas culturales, nacionales?
Por supuesto. Pero no se me ocurre otra forma de estar emocional e intelectualmente vivos.
¿Algún paralelismo (contingente, gestacional) entre aquel encuentro armado por la hegemonía en Malvinas (fenómeno que principia en la novela) y el espectro actual de paranoia bélica que sobrevuela Europa?
No sabría decirlo. Es posible que no, excepto por las víctimas, que siempre son las mismas o similares, y con las que todos tenemos una responsabilidad.
¿Qué postura crees que debe adoptar el individuo “público” en todas estas cuestiones? No veo ninguna diferencia entre el individuo “público” y el privado, excepto que el primero tiene una caja de resonancia mayor y, por consiguiente, una mayor responsabilidad respecto a lo que dice y la forma en que lo hace. Por otra parte, y como alguien decía por allí, no es justo pedirle a los individuos “públicos” que sean revolucionarios: con que no sean contrarrevolucionarios deberíamos darnos por satisfechos.
Tus personajes pasean de largo el sarcasmo, la procacidad y un trasunto melancólico de nihilismo. Una voz literaria que suele frecuentarse hoy en día, salvando distancias entre autores, claro. Pero no quisiera circunscribir esto a Nosotros caminamos en sueños; dime, ¿equivoco la coyuntura si defiendo que la literatura actual está herida de comodidad, de exceso de facilidad en el hecho creativo, y que de ahí nos sale a todos una voz putativa e indulgente?
No te equivocas, pero esa voz no nos sale “a todos”; hay excepciones, aunque estas a menudo sólo sirven para ratificar la regla.
¿Qué supone para ti la palabra escrita, frente a otro tipo de códigos/convenciones?
Un hogar.
¿Es Patricio Pron un autor de pulso errático, o es autor pulcro y de cafetería de confianza?
No lo sé. Voy a preguntárselo en cuanto lo vea.
¿Qué problema hay con (y te parafraseo) las personas que recurren a innecesarios circunloquios? ¿Se pueden hacer verdaderos distingos entre las que no lo hacen y las que sí? ¿Es el escritor, fuera del fondo creativo, un ser de circunloquios?
Algunos escritores SÓLO escriben circunloquios; otros, sólo justificaciones. Y de algunos autores no se pueden esperar argumentos, sólo digresiones. Pese a lo cual, y bajo ciertas circunstancias, todos ellos son intercambiables.
¿Y en el mundo editorial? ¿A quién no amarga un “artificio”?
A nadie, excepto al lector.
He aquí que me propongo preguntarte acerca de la promoción de una obra. Ponte que exultas de lubricidad porque acaban de publicarte, pero pasa un tiempo y no estás satisfecho con los resultados. ¿Qué papel juega hoy el fenómeno de la autopromoción, el autobombo y lo demás, por redes y burdeles?
Al parecer, un papel importante. En términos reales, sin embargo, en los que cuentan realmente (la literatura, podríamos llamarlos), ninguno.
¿Quiénes son Cortázar, Borges, Bioy Casares… para ti? ¿Existe el extrañamiento de las propias raíces?
No puedes extrañar algo que nunca tuviste, pese a lo cual los autores que mencionas son parte de mí, en algún sentido.
¿Cómo te sientes, con respecto a tu última publicación, No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (hace ya un año, lo que en el idioma literario puede ser mucho o relativa y dignamente poco); has tenido la oportunidad de defenderla frente a muchos lectores/periodistas?
Bueno, sí: la novela ha ido a sitios y yo he ido con ella, que es lo mejor que uno puede decir de un libro y lo mejor que se puede hacer por uno. No derrames tus lágrimas […] ganó el Premio Cálamo Extraordinario, está siendo traducida al inglés, al alemán y al italiano y, según me dijeron hoy, acaba de llegar a la tercera edición, lo cual es muy, muy inusual para un libro literario en este momento. Así que la sensación, nada fácil de describir, es de alegría.
¿De dónde esa idea primigenia para una novela tan inusual?
De muchos sitios distintos, como siempre: sobre el surgimiento de la idea escribí un texto francamente contradictorio que se puede leer en la Red, pero ahora (meses después de haber escrito novela y justificación) me pregunto si la idea no surgió de un cierto descontento ante el estado actual de la literatura de ficción en español y la convicción, equivocada o no, de que ésta estaba dejando de lado personajes de cierta complejidad como los que aparecen en No derrames tus lágrimas […]. Quizás todo comenzó con esa idea y con la convicción de que era necesario contrarrestar la corriente mayoritaria.
Avanzando en la lectura del libro, las dudas iniciales en cuanto a su estructura, se trasponen en placer: el lector marca su temperatura
Me alegra que lo digas; es el tipo de cosas que esperaba que sucediera durante la lectura: que la novela venciese las resistencias del lector.
¿Cuál sería el McGuffin del libro? ¿Es la culpa uno de los motores de la Historia?
No voy a ser yo el que diga lo contrario, pero, a la culpa, le agregaría la estupidez y el odio. La idea de un congreso de autores, unidos por filiación política, se insinúa, de entrada, anárquico.
¿No lo pensaste como una de esas jornadas/seminarios en las que nadie escucha a nadie, y cuya meta es epatar al de al lado?
No; la sociabilidad literaria de la primera mitad del siglo XX era distinta a la actual (de hecho, sorprendentemente distinta), y congresos como el que aparecen en la novela se celebraban con cierta asiduidad, al hilo de la idea que se tenía por entonces de que la literatura tenía o debía tener una función política. El malentendido en torno a esa función (que la literatura efectivamente tiene, aunque no de la manera en que era concebida en el período) le debemos una extraordinaria literatura, pero también decenas de exabruptos y varias trayectorias interrumpidas.
¿Qué es una literatura que se acerca al Poder?
Para algunos, poder; para otros (la mayoría), un encandilamiento como el de la mariposilla que se acerca tanto al fuego que acaba quemándose. Sin embargo, es difícil imaginar a la literatura sin una relación de alguna índole con el poder, como ponen de manifiesto todas esas novelas que, imbuidas de una supuesta reivindicación de los más débiles, denunciando el “Mal Absoluto” o amparándose en el ejercicio de la memoria histórica (es decir, en un ejercicio de supuesto cuestionamiento del poder y de las líneas históricas en las que se inscribe), en realidad, actualmente, son subsidiarias de unas estructuras económicas que no cuestionan y que son las auténticas responsables de que esos débiles lo sean, el “Mal Absoluto” que supuestamente sería reparado con el ejercicio de la memoria pero, en realidad, sólo sale reforzado de la disponibilidad absoluta de esas novelas (y de sus autores) al consumo. Naturalmente, hay otra literatura, pero esa literatura sólo está en los márgenes, huroneando en busca de un sentido.
¿Puede legitimar al crimen la literatura, puesta al través político?
Lo hacen mis personajes, con cierta liviandad; para no incurrir en su liviandad, sin embargo, decir algo al respecto nos obligaría a iniciar una conversación para la que, al menos esta vez, no hay tiempo.
¿Te habría influido en su concepción, aun para un regate/guiño/exabrupto narrativo, el ascenso de Trump?
Por supuesto; y sin embargo, al margen de no haber sido escrita con un ascenso que por entonces ni siquiera podía imaginarse, creo que la novela explora las confluencias de ideología, representación artística, megalomanía, pasión y suicidio colectivo que están en el origen del ascenso de todos los totalitarismos, también del de Trump, y sería interesante leer alguna vez una crítica acerca de lo que la novela tendría para decir acerca de ello de ser leída bajo la luz de la nueva administración estadounidense.
A mí me parece que narrativa y ensayística confluyen en NDTL; ¿estamos ante un restyling de géneros? No sólo en esta obra; quiero decir: ¿qué margen le queda a la inventiva, en lo literario?
Verás, mis libros se inscriben en una tradición muy específica que, partiendo de la obra de Jorge Luis Borges (y con hitos inevitables como los de Ricardo Piglia y Roberto Bolaño), se constituye en la vecindad absoluta de ambos géneros bajo el axioma de que narrativa y ensayo apuntan, los dos, a la ampliación del repertorio de lo que puede ser pensado en una época determinada. En la tradición de la que hablo, la inventiva está puesta al servicio de la disposición de los materiales ensayísticos y ficcionales en una relación irónica y productiva entre sí, lo que, sin embargo, no creo que signifique que la inventiva ha perdido su sitio en la ficción contemporánea. Basta pensar que tres de los más grandes escritores hispanohablantes del momento son grandes “inventivos”: César Aira, Germán Marín y Mario Bellatin.
GRACIAS
Fotografía: Todos los Creative Commons (Casa de América)