Entrevista a Boualem Sansal, por Anna María Iglesia
“Albert Camus es un autor que hay que leer siempre” (Boualem Sansal)
Desde que publicara su primera novela, Boualem Sansal ha sido considerado en su país –Argelia- alguien capaz de poner el foco en cuestiones políticas, religiosas y culturales incómodas para el poder; un poder para el cual toda voz discordante es una voz que debe ser callada. Escritor en lengua francesa, a Sansal no le queda otra que publicar sus novelas en Francia, lejos de su país, donde no son bien acogidas. Con un título-homenaje a George Orwell, Sansal presenta su nueva novela, 2084: El fin del mundo (Seix Barral). Una ucronía a partir de la cual Sansal plantea un mundo dominado por un sistema totalitario y teocrático: la ignorancia, el secretismo, la represión y la ausencia completa de libertad de pensamiento y de fe definen este totalitarismo imaginado por Sansal. El autor argelino construye una ficción a partir de la cual realizar una dura crítica a los sistemas políticos islámicos y, a la vez, pone en cuestión el propio estatuto de Europa, que se vislumbra como objetivo y, a la vez, futurible víctima de un sistema político definido por el control, la vigilancia y los dictámenes.
¿Por qué una ucronía, o más concretamente, por qué un tiempo futuro impredecible para plantear problemas y realidades actuales?
Yo quería hacer una novela contemporánea, pero me pareció que para proponer con mayor fuerza una reflexión sobre el presente necesitaba inscribir la novela en el futuro y, de esta manera, abordar las polémicas de nuestro tiempo. En el fondo de la trama de 2084, se encuentran los problemas que nos asaltan cada día, pero se muestran a través de la implantación, en un futuro inventado, de un sistema totalitario, de un totalitarismo religioso, que ha conquistado toda la tierra y que, a fin de cuentas, puede llegarse a instaurarse en la realidad mañana mismo. La idea de un sistema totalitario que somete a todos los individuos nos implica a todos, no sólo al mundo musulmán, sino a Europa, a Asia, a África… es decir, lo que plantea 2084 implica a la humanidad en su totalidad y la novela trata de preguntarse cómo el individuo puede escapar de un sistema totalitario implantado en todo el planeta, es decir, de un totalitarismo del cual ningún país se salva.
Por su trayectoria, uno lee 2084 teniendo como referente el islamismo como expresión del totalitarismo religioso al que se refiere, sin embargo, al mismo tiempo, 2084 obliga a pensar en las democracias occidentales
La democracia, a nivel global, ha vivido momentos extremadamente graves y se ha tenido que enfrentar, en tanto que sistema político, a las guerras de conquista o imperialistas, a las guerras ideológicas, a las guerras religiosas… por todo ello, la democracia siempre se ha visto como la solución para la humanidad frente al barbarismo, como el sistema político capaz de traer algo supuestamente extraordinario como el progreso. Sin embargo, la democracia ha funcionado como mucho un siglo, no más; actualmente la democracia ya no funciona. La ilustración ha producido la democracia tal y como debería ser a partir de valores como la humanidad, el progreso, la libertad…. Sin embargo, este modelo no duró más que un siglo. Basta pensar en la Primera Guerra Mundial, una guerra de idiotas, o en la Segunda Guerra mundial, que fue absolutamente terrible y que engendró el estalinismo e, incluso, el islamismo; todo ello, abatió la democracia en su concepto ilustrado y, ahora, ¿cuál es la solución? Un milagro, no hay más.
¿Un milagro? Entonces, como dice en uno de los capítulos, ¿la esperanza está condenada a eternizarse?
Nos toca vivir con la esperanza, pero, a la vez, esperanza quiere decir utopía y la utopía es aquella que promete la paz y describe la realidad como una maravilla, es sobre la que se sustentas determinados sistemas, como el propio islamismo: el Islam se presenta como una religión de paz, de tolerancia, se presenta como el ideal y el problema es que hay quien se lo cree
Uno de los temas del libro es el secreto: el sistema totalitario se funda sobre el secreto, sobre la desinformación y la obligada ignorancia.
El secreto es, efectivamente, fundamental para todo totalitarismo. La gente tiende a plantearse unas cuestiones, es natural, pero no por ello y no necesariamente estas cuestiones deben hallar respuesta. Al contrario, el totalitarismo se basa en la ausencia de respuestas, se basa en que alguien, el “chief”, el jefe, les diga constantemente a los ciudadanos aquello que deben hacer y aquello que deben pensar. En el totalitarismo, no sé conoce exactamente quién es quién gobierna, cuál es la ideología, simplemente se ejecuta aquello que viene impuesto; el secreto envuelve el sistema y lo único que la gente sabe es aquello que debe hacer
En 2084 llega a decir que, incluso, el propio gobierno es ignorante de los entresijos del poder
Claro. No olvides que el gobierno no es más que un conjunto de personas como nosotros, de los que se usa para luego tirar. Los que están en el gobierno ejecutan, pero no conocen el verdadero poder, quién es y quién está detrás; el gobierno, en verdad, no es más que una pantalla: la gente puede protestar contra el gobierno, pero al final, éste no es más que una pantalla, el poder está más allá. Lo que sucede es que las críticas, las protestas o, incluso, las revueltas se dirigen hacia aquello que se ve y se conoce, pero el verdadero poder permanece desconocido, no se ve y, por tanto, es ajeno a todas las críticas. En este sentido, me parece formidable el análisis de George Orwell: en su novela, en ningún momento dice cómo llega al poder el gobierno del Gran Hermano y no lo narra porque en este Gran Hermano que todo lo ve, no se ve quién dirige los hilos. De ahí que Orwell narra la implantación definitiva, eterna, del Gran Hermano y no el proceso que lo precede, proceso que, no por casualidad, es el que estamos viviendo nosotros ahora. Nosotros vivimos hoy día aquello que precede el Gran Hermano, es decir, estamos viviendo la conquista del poder por parte de aquellos que implantaron el Gran Hermano, ese totalitarismo vislumbrado por Orwell.
¿Su novela, por tanto, es el post-Orwell?
Exactamente, mi novela quiere pensar el futuro, aquello que sucede tiempo después de lo narrado por Orwell.
¿Qué importancia tuvo George Orwell en su formación, pues el propio título de la novela es un homenaje al autor de 1984?
Recuerdo cuando en Argelia se convirtió en un país totalitario al instaurarse un partido único [Sansal no lo menciona, pero todo apunta a que hace referencia al golpe de 1965 bajo la dirección de Houari Boumedienne] y, en aquella época, yo no conseguía entender cómo era posible lo que estaba sucediendo y cómo nadie parecía inquietarse ante ello. Fue entonces cuando encontré 1984: el título llamó, de inmediato, mi atención y leí el libro. Su lectura fue como una revelación, allí encontré las claves para entender cómo funcionaba el sistema argelino, por qué se tomaban ciertas decisiones, por qué ese poder del “chief”, esa disciplina, esas reglas… Cuando tiempo después, llegó el islamismo en Argelia y la sociedad cambia totalmente, comencé a hacerme nuevas preguntas: ¿por qué alguien que siempre ha creído en la democracia abraza el islamismo? ¿Por qué hay jóvenes que violan a mujeres? ¿Por qué las mujeres que han conocido la libertad aceptan los preceptos del islamismo y aceptan vivir bajo las órdenes de sus maridos y de sus hijos? Ante estas preguntas, Orwell volvió a ser una referencia para tratar de comprender y, al mismo tiempo, 2084 es también un intento de contestar a todos estos interrogantes.
Para usted, Orwell fue el medio para comprender lo que está pasando, pero su novela no servirá, mientras no llegue a Argelia, para que los argelinos comprendan lo que está sucediendo. ¿Cómo lo vive?
Este es el problema. Este libro está escrito en francés y se ha publicado en el extranjero, fuera de Argelia. Además, tristemente, como le sucede al personaje Ati, este libro llega demasiado tarde; para los argelinos ya es demasiado tarde. Además, hay que tener en cuenta que en Argelia muchos no leen en francés y, por tanto, este libro para ellos no es más que un libro en tanto que objeto. A todo esto, hay un discurso más general: ¿Cuánta gente, hoy día, se comunica a través de los libros? A lo mejor, quienes todavía hoy nos comunicamos a través de los libros no representamos más que el 3% de la población mundial. El 90% de la población en África no se comunica a través de libro que, sin embargo, es el único medio a través del cual comunicar la complejidad. El problema es que la civilización del libro se ha terminado, también en Europa: no lee sino un grupo restringido, nada más. El siglo de las luces, con nombres como Diderot o Voltaire, sacralizó el libro como medio para comunicar la complejidad, para reflexionar, para pensar; hoy día la complejidad, con su lenguaje complicado, ha sido desterrado. El tiempo de la complejidad y del libro ha terminado
¿No cree que en este acabarse del tiempo del libro hay algo político, es decir, un interés por la ignorancia o/y la desinformación?
Sin duda, los libros son un objeto subversivo, en Argelia lo son. Y si, además, son escritos en francés, son un objeto que no llega a la gente. En todo sistema totalitario, en todo sistema basado en un discurso único, los libros son siempre subversivos, al menos los libros que escapan al régimen. Obviamente, para los islamistas el Corán es un libro fundamental, pero solo el Corán, no aceptan ningún otro. Algo parecido sucedía con el estalinismo: lo único que se aceptaba era la cultura impuesta, los libros impuestos, todo lo demás era subversivo. La comunicación, en estos sistemas, son órdenes.
Esto mismo sucedió en las últimas dictaduras europeas, como España
Efectivamente. En la España franquista, a diferencia de lo que sucede en Argelia, llegaban libros o revistas, ilegalmente, pero llegaban gracias a la cercanía de Francia; en este sentido, España nunca estuvo completamente aislada, sobre todo en los últimos años del franquismo, y esto favoreció a la aparición de una cultura underground, que no tenía como finalidad simplemente el disfrute, sino que era reivindicativa y, a la vez, era extremadamente creativa. Los españoles de las últimas décadas del franquismo, aquellos que se formaron en el underground o a escondidas del régimen, era mucho más cultos que los españoles de hoy día. Hoy la gente no lee, no tiene una formación cultural, la cultura de las generaciones más jóvenes no tiene nada que ver con aquella que tuvieron las generaciones precedentes; hay una dejadez cultural, habría que darles incluso palos a los más jóvenes, absolutamente desinteresados por los libros y la cultura.
Francia, para nosotros, es un modelo, sobre todo en cuanto a número de lectores
En Francia ya no ocurre nada de todo esto.
La relación de Francia con Argelia viene desde la época de las colonias y, en esta relación, una de los nombres claves, muy criticado por su posicionamiento hacia la independencia de Argelia, es Albert Camus, ¿qué representa Camus para usted?
Albert Camus vivía a cinco minutos de mi casa; mi madre era muy amiga de su madre y los hijos de Albert, Catherine y Jean, son muy amigos míos. Yo conocí a Camus, evidentemente yo era solo un niño, pero lo recuerdo perfectamente. El extranjero fue el primer libro que leí, cuando era todavía niño; años después me di cuenta de que Camus no es un autor para leer cuando uno es joven, Camus es un autor que hay que leer siempre. Siempre he sentido una gran filiación hacia la obra y su figura y, de hecho, he participado junto a sus hijos en un documental sobre él, titulado Quand Sísyphe se révolté y que tengo aquí, en la maleta. [Sansal se levanta, coge su pequeña maleta, la apoya en la mesa y de ella saca el DVD del documental. Nos muestra a mí y a Nahir, responsable de prensa, la carátula, deteniéndose en todos los nombres que participan en el film, entre los que destaca el de Catherine Camus, hija del autor de La peste, Edgar Morin y Jacques Ferrandez]
¿Cómo ve la actual relación entre la Francia laica de hoy y la Argelia islamizada?
Argelia fue durante más de un siglo colonia francesa por lo que la relación con Francia es muy estrecha, tanto comercial como culturalmente. Asimismo, es una relación complicada, no es nada fácil, no lo ha sido nunca
¿Hay comprensión entre los dos países?
El número de franceses casados con argelinas es suficiente para que haya una relación de comprensión y, además, son muchos los argelinos que tienen pasaporte francés. Lo más complicado en la relación entre los dos países lo representan, todavía hoy, los pies negros: ellos viven con la sensación de un paraíso perdido y, por parte de los argelinos, hay un sentimiento melancólico, pues para ellos los pies negros eran sus vecinos, sus amigos.
Pero, más allá de los pies negros, ¿la islamización no ha supuesto un obstáculo en las relaciones?
Al inicio el islamismo era algo anecdótico, pero a poco a poco con su difusión por todo Occidente las cosas se han complicado hasta llegar al momento actual, en el cual nos encontramos en guerra contra el islamismo. A esto se añade la suspicacia que, a causa de la radicalización del islamismo, se ha despertado hacia a los argelinos, los magrebíes y las comunidades árabes que viven en Francia; suspicacia que se acrecienta por la inmigración ilegal. La sospecha se ha instalado en Francia, una sospecha motivada por la manipulación: no hay que olvidar que los franceses apoyaron el islamismo en un determinado momento para conseguir el control del Magreb, solo que esa utilización de antes se les ha ido de las manos, y ahora el islamismo es el gran enemigo
En 2084 propone una reflexión sobre el olvido impuesto por todo sistema totalitario que, al implantar un nuevo relato histórico, rechaza el museo y todo lo relacionado con el recuerdo
Piensa en Palmira y su destrucción por parte del Daesh, responde a esa voluntad de borrar el pasado y la cultura. Los sistemas totalitarios, cuando se instalan, crean una nueva historia, destruyendo los restos del pasado y los museos representan esta historia que se quiere borrar. En el caso de Argelia, los museos solo son visitados por los turistas, a los argelinos no les interesa en absoluto, pues hay una voluntad de olvidar el pasado fenicio, griego o romano de Argelia. Lo que interesa es fundamentar la historia solo en la tradición islámica y, como sucedió con los cristianos, que se avergonzaron de su origen judío, la Argelia de hoy reniega de su pasado, reniega de su pasado romano, olvidando que Argelia no sólo formó parte del Imperio Romano, sino que dio a Roma cinco emperadores. La historia, en este sentido, se ideologiza, se impone una historia en contra de los hechos; en verdad, la guerra de los totalitarismos es la guerra de la historia.
No puedo terminar la entrevista sin preguntarle si ha leído Sumisión de Houellebeq
Yo aprecio mucho a Houellebeqc y también su libro, pero no me parece realista la hipótesis que plantea: no creo que sea verosímil que los islamistas puedan conquistar Europa a través de la vía electoral. Creo, sinceramente, que si los islamistas tuvieran conquistar Europa lo harían a través de la violencia, una violencia que pasa por conquistar el espíritu y la mentalidad de la gente a través del miedo. Esto es lo que hizo el comunismo en los países del Este: no hubo matanzas, fue a través del terror que el comunismo se implantó, a través del terror y conquistando la mente y el corazón de los individuos. En cierta manera, lo mismo ha hecho el capitalismo, es a través de su influencia sobre nuestra mentalidad y nuestras costumbres que se ha implantado. Hay muchas maneras de conquistar el mundo y no necesariamente es la guerra la manera de hacerlo, como han demostrado el comunismo, el capitalismo o la mismísima modernidad.
Fotografía: Seix Barral