Cinco novelas que transcurren en espacios cerrados, por José Eduardo Tornay

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Despacho (Amado monstruo – Javier Tomeo)

 

La noche que conocí a Javier Tomeo, entreteníamos el insomnio en los sofás de un hotel en el que ambos nos alojábamos. Como a un viejo confidente me dijo que su estado emocional era “viudo del amor”. ¿Divorciado?, pregunté. Nada de eso, contestó, yo siempre he vivido con mis padres. Añadió que escribía sus novelas breves en una habitación del piso familiar adonde le llegaban los ruidos domésticos del vecindario.

La novela que lo catapultó internacionalmente se desarrolla en un despacho cerrado, durante una entrevista de trabajo. Dos hombres, cuatro paredes y un asunto por resolver: la idoneidad para su desempeño. Pero la conversación deriva hacia el asunto que a ambos condiciona: la presencia totalizadora de sus madres, de las que les resulta imposible escapar –y acaso nunca lo hayan intentado-.