La lectora fiel, por Esther María García Pastor

El cuerpo estaba casi irreconocible, hinchado. Lo había encontrado Carmen, una vecina del pueblo. Era Nerea, la hija de una de sus mejores amigas, que llevaba desaparecida casi una semana. Justo al lado del cuerpo, el libro El guardián entre el centeno.

Cuando los efectivos llegaron a la zona, Carmen parecía haber olvidado la horrible masa de carne; no podía dejar de señalar el libro mientras murmuraba una y otra vez la misma letanía: «El forastero, ya lo sabía yo, el forastero, el forastero».

Aquella misma noche la policía detenía a Juan Aguirre, al que todos llamaban «el forastero», como sospechoso por el asesinato de Nerea Plasencia. No habían hallado ningún rastro biológico en la escena del crimen pero las huellas de Aguirre habían aparecido en la casa de la víctima y otros vecinos habían confirmado que el acusado se pasaba el día leyendo el libro encontrado junto al cuerpo. El grupo formado por Juana, Luisa y Eulalia ya había descubierto a las cinco de la tarde que El Guardián entre el Centeno era el libro que los asesinos dejaban en la escena del crimen y, cuando hizo el relevo con el grupo de Lourdes, Trini y Consuelo a las seis, ya hasta las piedras conocían ese detalle. Aún no se había dictado sentencia pero en el pequeño pueblo ya lo tenían claro: Juan Aguirre era un asesino.

Había llegado a la pequeña población hacía solo dos meses. Juan era escritor, además fructífero, pero últimamente estaba sufriendo el síndrome de la página en blanco y necesitaba desconectar de la gran ciudad. Decidió irse a vivir a un pueblo perdido, pequeño, donde nadie supiera siquiera quién era Juan Aguirre.

Al principio fue horrible. La gente de aquel pueblo parecía sacada de una mala comedia. Sobre todo Carmen, la cotilla oficial. A esa pájara no se le escapaba una. Juan se preguntaba cómo era posible que una persona de no más de cuarenta años pudiera llevar encima el espíritu de una abuela cascarrabias. Querían incluirlo en la vida del pueblo pero él solo quería ser un observador, así que, desde el primer desaire, las marujas decidieron que era un antipático, una persona rara, muy solitaria y con una mirada nada clara. Él, la verdad, pasaba bastante. Sólo quería relajarse, abrir su mente, respirar aire puro y leer su libro preferido en el precioso parque del río.

Fue precisamente allí donde conoció a Nerea. Ella también iba a leer al parque donde su madre y sus amigas la dejaban tranquila y justo se sentaba a la sombra del mismo árbol que Juan. Con el paso de los días acudían al parque más con el propósito de verse que con el de leer.

¡Qué distante parecían esos momentos ahora que estaba entre rejas! ¿Cómo explicarles a los policías que él no la había matado? Cuando decía que estaba enamorado de ella lo miraban como si fuera un maníaco.

Un día se sorprendió cuando le dijeron que Carmen, la cotilla oficial, había ido a visitarlo. No tenía muchas ganas de verla pero seguro que podría sonsacarle algo de información; su abogado solo sabía decirle que tenía que declararse culpable para reducir la pena, parecía no creer en su inocencia.

No pudo preguntar nada, el monólogo que le soltó aquella mujer le dejó helado. «Bueno, voy a ir deprisa porque pierdo el autobús, pero quiero que sepas que he venido a declarar en tu contra. Yo la quería como a una hija y tú la mataste por venganza, asesino. ¿No pudiste soportar mis rechazos? Yo nunca iba a ser tuya, sabía que eras una mala persona desde el primer momento en que te vi».

Carmen parecía un fantasma en el entierro de Nerea, casi la tuvieron que llevar a rastras en el cortejo fúnebre, no podía soportar el dolor de perder a la que, a falta de descendencia propia, había sido como su hija. En la estantería de su habitación faltaba un libro, justo al lado de todos los de Juan Aguirre: El guardián entre el centeno.

 

Esther María García Pastor es periodista graduada por la Universidad Jaume I de Castellón. Ha finalizado el máster en Escritura Creativa en la Universidad Complutense de Madrid y comenzará con la aventura de Estudios Literarios el próximo curso, en la misma universidad. Ha pasado por la televisión y algunos medios escritos locales y es colaboradora de opinión en el diario digital Infoactualidad. Comienza a dar sus primeros pasos como escritora, pero ya ha recibido un modesto reconocimiento en el certamen de relatos de fantasía, terror y ciencia ficción de la Universidad Complutense. Lectora incansable, comparte las impresiones de los libros que pasan por sus manos en el blog Nota al Pie de críticas literarias.

 

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