Margo Glantz escribe sobre escribir
Porque sí, porque nos apetece, porque es una de las autoras que más nos entusiasman y por su cercanía a Eñe, nos hemos preguntado cómo concibe la escritura Margo Glantz (Ciudad de México, 1930). La multipremiada autora de Las genealogías (1981), El rastro (2002) o Saña (2007) respondió en un discurso durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Compartimos un fragmento:
«(…) Haber obtenido este premio [el FIL de Literatura en Lenguas Romances, en 2010] significa el reconocimiento a un tipo de escritura, por ejemplo la de Saña, mi último libro publicado, que se instala conscientemente en una frontera difusa de géneros literarios, tiende a la fragmentación, al inventario, a las alianzas inusitadas, a los cambios súbitos de tono y de humor, un libro que, como varios de mis otros libros, es nómada porque hasta el conocimiento mismo, la identidad y la memoria son vacilantes. Trabajo con lo mixto y lo misceláneo, la juntura de cosas aparentemente inconexas e incorporo otras textualidades, las cito, las intervengo, se conforma un encuentro entre textos construido a manera de un mosaico o un emblema.
El proceso de la escritura de ficción es muy diferente al trabajo de investigación ensayístico, es sobre todo un proceso más difícil de cernir conscientemente, pero ambos proceden para mí de las mismas fuentes. Hay un núcleo informe que puede ser objeto de ficcionalización, pero ¿cómo darle una estructura? ¿de qué manera ciertas obsesiones convergen de repente y puede lograrse que se resuelvan de manera armónica? Quizá enamorándose de un cuerpo o de la escritura, del proceso mismo de formularla, de caligrafiarla, de volverla asimismo un cuerpo; un escritor —ya sea de ensayo crítico, de ficción o de poesía— es siempre un enamorado y también un loco. ¿No decía Sebald, refiriéndose a Rousseau, que de todas las enfermedades del pensamiento, la más incurable era la del escritor? ¿Cómo no serlo si la “saña” no sólo alude al hecho de encarnizarse, al odio y a la crueldad, como en el caso del nazismo y sus brutales campos de concentración, sino también al sentimiento que impulsa a pintar, a escribir y a componer música. Vuelvo a concordar con Sebald cuando afirma que una de las características de nuestra época, «en términos de evolución.. es que vivimos exactamente sobre la línea de fractura entre el mundo y la naturaleza de la que se nos ha exiliado, y de la que nosotros mismos nos hemos excluido… y agrega, es evidente que esta línea de fractura atraviesa nuestra constitución física y psíquica».
Por eso pienso que la escritura podría ser una gran metáfora sobre la crueldad y la furia que la literatura requiere para develarse, impulso que me motivó a escribir Saña. ¿Es posible encontrar la belleza en las manifestaciones más horrorosas de la humanidad: el holocausto, las enfermedades, las modelos anoréxicas, el dolor, la guerra, las mutilaciones, la tortura? Pienso que son imposibles de soportar, pero en contra de Adorno, creo que es necesario hablar de ellas sin sentimentalismos, con sobriedad, atemperándolas mediante la ironía y con otro tipo de saña, la de la escritura.
En todo el libro, finalmente lo que resalta es la historia de los cuerpos humanos y sus manifestaciones. El grito, el dolor, la muerte, los pies, los pelos, las manos, las cabezas mutiladas, la orina, la defecación, la desnudez. En efecto, emprendo también operaciones textuales para desmontar —a lo femenino— los mecanismos que actúan entre lo erótico y lo biológico, los desplazamientos de sentido y los desplazamientos corporales, así como la fragmentación del cuerpo y sus zonas erógenas y, específicamente, su relación con la enfermedad y lo animal. Parecería casi obsceno ocuparse de estos temas, pero basta leer los periódicos para ver cuerpos mutilados, escombros, suciedad, pobreza, ignorarlo me parece inútil y absurdo. Las religiones y muchos regímenes de corte fascista, antes y después de la letra, abominan de las imperfecciones corporales y prohíben el acceso de los que llevan esas marcas a los lugares sagrados. Ir a la India, me demostró con violencia que la discriminación contra los mutilados es considerada como algo natural.
Para mí, escribir quiere decir en el fondo, y por razones etimológicas, «cortar, rasgar, desgarrar». En todo acto de escritura quien escribe se destruye a sí mismo al «cortar paño sobre su propio traje, o al desgarrarlo en el acto mismo de la autobiografía«, como hace mucho tiempo escribí refiriéndome a Tito Monterroso, uno de mis antecesores en ganar este premio, así como Carlos Monsiváis, a quienes echamos muchísimo de menos.»
(Fragmento final del discurso de Margo Glantz al recoger el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2010. La fotografía, que publicamos bajo licencia Creative Commons, es de Casa de América.)