¿De qué sirven las aulas sin libros ni alimento?, por Cristina Fallarás
«Algunos vienen incluso sin desayunar. Observamos que empiezan a cansarse más rápidamente. Que les duele la barriga o la cabeza, y no pueden concentrarse en clase. Observamos cómo esta problemática está muy presente en muchos centros». Rescato esta frase del informe titulado “Iluminando el futuro” y publicado por la ONG Save the children.
Este artículo no es un artículo, sino una recopilación de cifras y afirmaciones. Todas están sacadas del citado informe. Todas son como balas en el corazón de lo que éramos, de lo que creímos ser. Todas describen la minuciosa dedicación de nuestras autoridades para privar a los niños de educación y cultura. Para construir la ignorancia. Dentro de la pobreza a la que nos someten, es una a la que no solemos mirar.
«¿De qué sirve que un niño disponga de un aula y un profesor si no cuenta con libros, material escolar o la posibilidad de una alimentación adecuada?», se pregunta el informe.
Van las balas, admitiendo que cada una merece su propio artículo:
Desde 2009 la población española en riesgo de pobreza o exclusión no ha dejado de crecer. Son los niños los que más se han visto afectados por ello. Cuatro de cada diez jóvenes entre 12 y 17 años están en riesgo de pobreza o exclusión. La pobreza se concentra en edades críticas para su trayectoria educativa, entre los 12 y 17 años (37,6%), y entre los 6 y los 11 años (32,7%).
El gasto público en educación –como porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB)– ha disminuido en torno a 6.000 millones de euros.
Entre los cursos 2009–2010 (1.676.466 beneficiarios) y 2012–2013 (1.085.905 beneficiarios) se ha producido una disminución de los beneficiarios de becas y ayudas al estudio en más de 500.000 personas.
Uno de cada tres estudiantes a los 15 años (35%) ha repetido al menos un curso una vez.
La tasa de abandono escolar temprano (23,5%) casi duplica a la media europea, que es del 12%.
En los países de la OCDE, uno de cada cinco estudiantes con dificultades socio-económicas repitió curso al menos una vez desde que iniciaron la enseñanza primaria (frente a sólo un 7% de los estudiantes socioeconómicamente más favorecidos). En el caso español, más de uno de cada dos de los estudiantes con dificultades socioeconómicas ha repetido curso.
Alrededor del 30% de los estudiantes de secundaria no obtiene el graduado de la ESO.
En el curso 2012/2013, solamente el 62,5% del alumnado alcanzó 4º de la ESO con 15 años. Del 37,5% del alumnado que acumulaba retrasos antes de 4º de la ESO, el 10,6% lo hace ya en Primaria y un 16,6% lo hace por primera vez en ESO.
7 de cada 10 familias no gastan más de 1 euro en actividades culturales.
Un 32% de las niñas y niños de entre 10 y 14 años no visitaron ningún museo (32,9 % en el caso de los niños y 31% en el de las niñas).
Un 52% no acudió a ninguna exposición (51,2% de los niños y 52,9% de las niñas).
Algo más de la mitad no acudió al teatro (52,1% de los niños y 46,8% en el caso de las niñas.
Uno de cada cinco jóvenes de entre 15–29 años (22,5%) ni estudian ni trabajan (porcentaje muy por encima de la media europea, 15,9%).
Uno de cada dos jóvenes menor de 25 años no desarrolla actividad laboral ninguna (51,8 %)
El rendimiento del alumnado español también es inferior a la media de los países de la OCDE y de la Unión Europea en las tres áreas principales analizadas: matemáticas, lectura y ciencias.28 En matemáticas, los resultados de los/as estudiantes españoles/as se sitúan 10 puntos por debajo de la media de la OCDE, ocho puntos por debajo en lectura y cinco puntos por debajo de la media en ciencias.
En España el principio de universalidad de la educación está prácticamente garantizado. De hecho aproximadamente el 100% de los escolares está matriculado hasta la edad obligatoria de asistir a la escuela, hasta los 16 años. Sin embargo, hay otros indicadores –tanto dentro como fuera del ámbito escolar– relacionados con la equidad y el derecho a la educación que requieren especial atención. De lo contrario se pueden intensificar las situaciones de riesgo de pobreza o exclusión social en la que ya viven un 32,6% de los niños o extender éstas a otros sectores de la población infantil.
(La fotografía, de Moyan Brenn, se publica bajo licencia Creative Commons.)