Canción para los niños perdidos, por Alba Ballesta
Niño perdido,
encuéntrate primero
antes de buscarme.
Niño perdido,
no insistas.
Nunca quise ser madre,
solo hija de muchos padres
para poder matarlos
y con los restos del desuello
tejer un abrigo del mismo azul
venoso de los hilos que
superpuestos en un enorme entramado
conformarán una madriguera,
útero del mundo,
protector de todos los bastardos
que me llaman mamá
y se pelean por ver la luz
a través de un resquicio
en mis piernas entreabiertas.
Niño perdido,
no preguntes por una dirección
que te lleve a casa.
Niño perdido,
no insistas.
Como mucho puedo ser tu amiga,
jugar a guerras de frutas,
dejar que vengas a abrevar de mi nuca
un poco de ese viento afilado
que modela los castillos
en la cima de los algarrobos,
enseñarte a aguantar el equilibrio
en el filo de una hoja
y desde allí empujarte
para que subas treinta vencejos
de un salto.
Niño perdido,
olvida que no recuerdas
de dónde vienes.
Niño perdido,
no insistas.
Solo puedo ofrecerte sístoles,
conjuros endémicos
y horquillas que abren cerraduras
de amantes abandonados,
tres regalos inútiles,
solo fértiles en un pálpito
o en un deslizamiento de la piel hacia la pluma,
pero bellos como solo puede ser
lo que no sirve para nada más
que para existir,
lo que no pide al mundo
más que ser
y ser en la mirada.
Niño perdido,
solo puedo quererte
si me dejas ser niña.
Niño perdido,
no insistas.
Alba Ballesta siempre tuvo la impresión de que los nombres no encajan con las cosas o personas a los que designan. Alba Ballesta no está segura de llamarse Alba Ballesta y juega a ser otras personas. Acaba de publicar su primera novela, Rari nantes (Gadir, Premio Joven de Narrativa UCM).
El número 40 de Eñe. Revista para leer se llama Madres y madres. A los escritores que colaboran en él con sus relatos y poemas les pedimos justo eso: habladnos de madres, y también de madres.
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(La fotografía, de Seema Krishnakumar, se publica bajo licencia Creative Commons).
