Roberto Wong lee a John Dos Passos
Roberto Wong (Tampico, México, 1982) ganó con París D. F. el Premio Dos Passos a la Primera Novela 2014. En su novela todo empieza con dos mapa superpuestos: el de la búsqueda de Arturo, que en las calles de Distrito Federal intenta localizar la superficie de los 105 kilómetros cuadrados de París. Ese espacio soñado quizá se corresponda con el día en el que atracan la farmacia en la que trabaja, y la bala que mata al delincuente bien pudiera haberle abatido a él. Una novela sobre el azar y la mala suerte, sobre la supervivencia y la violencia, sobre la realidad y el delirio.
Roberto Wong estudió Comunicación y comenzó a escribir durante sus años universitarios. En la actualidad colabora en revistas como Letras libres o Tierra adentro, con artículos en torno a la literatura y el arte: David Hockney, Felisberto Hernández o Jean Ferry han protagonizado sus textos. Desde hace cinco años mantiene un blog con reseñas de libros bajo la idea que toda crítica es, como apunta Oscar Wilde, una de las formas de la autobiografía. Ha vivido en Londres y en la Ciudad de México y, actualmente, radica en San Francisco.
Aprovechando su paso por España le preguntamos qué clásico no dejaría de leer, y de releer, y de recomendar. Apostó por un libro que tiene mucho que ver con su propia trayectoria: Manhattan Transfer, de John Dos Passos.
«Manhattan Transfer, de John Dos Passos, narra la vida en Nueva York a inicios del siglo XX como un montaje cinematográfico –escenas no lineales, saltos temporales. La dinámica de la ciudad se presenta como un terrible juego de supervivencia.
Bud dobla el periódico cuidadosamente, lo deja en la silla y sale. Fuera el aire huele a muchedumbre, está lleno de ruidos y sol. No soy más que una aguja en un montón de heno… (…) Bud está sentado en el parapeto del puente. El sol se levanta por detrás de Brooklyn. Las ventanas de Manhattan se incendian. Bud se echa bruscamente hacia delante, resbala, se queda colgado de una mano con el sol en los ojos. El grito se ahoga en su garganta al caer.
Con la muerte de Bud, Dos Passos establece la lógica de su retrato: la tensión constante entre el deseo y la miseria. En este escenario, una mujer, Ellen, toma la forma de Afrodita y se convierte en metáfora de la ciudad. Frente a ella, hombres y mujeres terminan aplastados por los mismos deseos en los que depositaron todas sus esperanzas. En un momento de lucidez, Stan, uno de sus amantes, se queja:
Por qué coño tendrá todo el mundo tantas ganas de llegar. Me gustaría encontrar alguien que quisiera fracasar. Eso es lo sublime.
En su descenso, los pocos que sobreviven confiesan: «¡si supiera usted cuán vacía ha sido mi vida durante años y años!». La miseria no es sólo económica, sino también espiritual.
A noventa años de su publicación, Manhattan Transfer sigue vigente, llena todavía de imágenes poderosas y personajes memorables. En medio de sus calles mojadas y las exhalaciones de sus automóviles, Dos Passos nos acerca a la vida misma, es decir, a esa larga colección de fracasos que llamamos días.»