Piedra agarrotada, por Juan Bautista Durán

 

‹‹Pueblo de piedras tensas: el campo/ lo sostiene alto en su palma/ de olivares benignos.›› Así retrató José Donoso en su diario de invierno el pueblo turolense de Calaceite, donde a primeros de los setenta compró y rehabilitó una casa del núcleo antiguo. Un bello lugar, cruce de calles empinadas y hiedra trepada a la piedra, por donde su paisano Jorge Edwards lo recuerda andando, ‹‹subiendo escalones de piedra, saludándose con algún campesino de boina y alpargatas, con alguna mujer de cara huesuda, de expresión terca››. Pero hoy día ¿alguien lo recuerda a Donoso allí?

Situado entre los ríos Matarraña y Algars, en los cerros de San Antonio, San Cristóbal y del Castillo, Calaceite dispone de una gran extensión de terreno dedicada a la agricultura, tanto en lo que se refiere a la ganadería como al cultivo. Por una parte, destacan las granjas porcinas, y por otra, los olivares y los viñedos. Desde lo alto del pueblo se divisan las grandes extensiones de olivos, y al mismo tiempo, desde lo más profundo de la piedra, brota una cultura que se encuentra a sí misma con el descubrimiento del calaceitano Juan Cabré (1882–1947) de los poblados íberos en uno de los cerros, hoy documentado en el museo que lleva su nombre; en los propios edificios que forman el casco antiguo; en la afluencia de escritores y pintores a lo largo de la segunda mitad del siglo xx.

José Donoso es quizá el más notorio de ellos, pero no el único, ni mucho menos, ni él ni las amistades que como Jorge Edwards pudieron llegarse al pueblo. El boom latinoamericano tenía allí un punto de encuentro del mismo modo que la gauche divine se citaba en Cadaqués. Vargas Llosa y García Márquez iban a menudo a la casa de Donoso, y también Carlos Fuentes, en alguna ocasión, así como otros autores de menor renombre que decidieron incluso establecerse en Calaceite. El chileno Mauricio Wácquez y su pareja, Francesc Cardona, por ejemplo, el pintor Albert Ráfols Casamada, el argentino Alberto Cousté o el italiano Giorgio Della Rocca, entre otros. La tranquilidad y belleza natural del pueblo, si tan manida expresión sirve, hacían las veces de acicate para que personajes de este calado se sintieran atraídos.

La matanza del cerdo o el cultivo de la tierra es tanto o más cultural que las mejores páginas de estos autores, y así lo manifestó Donoso en su monumental Casa de campo, premio de la Crítica en 1979, donde el campo y las labores propias de los campesinos obran un elemento importante, antes y después de que la marquesa saliera a las cinco. Un reto surrealista, pero fiel a la realidad que nos da de comer. La influencia de Calaceite fue determinante a la hora de concebir la novela, de eso no cabe ninguna duda, pero hoy día ¿quién se acuerda de Donoso?

Hay una pequeña librería, Arts&Més, emparentada con la Fundación Noesis, antigua residencia de pintores, donde sin embargo escasea la obra de los autores aquí citados. Apenas un par de libros del poeta castellano Ángel Crespo, otro ilustre residente, aunque no de forma fija. A Crespo le dedicaron en años recientes una exposición de corte pictórico en el Museo Juan Cabré, con carteles de simposios en los que participó y obras de amigos, tales como Guinovart o Pere Jaume. ‹‹Para llevar siempre conmigo —dedicó Crespo a Calaceite—/ tu recuerdo, yo pondría/ entre las páginas de un libro/ unas hojas de olivo y una flor/ de almendro: así uniría/ tu historia y tu presente/ lo recio con lo grácil, el color/ verde, ya ennoblecido/ con el alba reciente/ rica de un rosa desvaído.›› En el museo hay también un espacio dedicado a Teresa Jassá, ceramista calaceitana (1928–1999) con una obra en clara sintonía con la colección arqueológica de Juan Cabré y con el propio edificio donde se halla el museo, una antigua casa de piedra rehabilitada.

Los actos culturales se reparten entre el museo y la Fundación Noesis, conjunto de tres edificios unidos en lo alto del cerro a modo de taller y residencia de pintores, en la actualidad vacío. El auge de los artistas en Calaceite perdió peso en las últimas décadas, pese al esfuerzo de la municipalidad en mantener vivo este patrimonio y a pequeñas iniciativas como la librería, cafetería y sala de exposiciones Arts&Més, que este verano cuenta con una exposición fotográfica del cineasta aragonés Carlos Saura.

‹‹Puño de piedra agarrotado en la colina››, escribió Donoso. El único recuerdo visible del novelista en Calaceite está muy cerca de la librería, entre Arts&Més y la Fundación, en una plazoleta llamada “de los artistas”. La presiden unos versos de Crespo en un libro de piedra —‹‹Tanto acaricié las piedras/ que se hicieron arboleda./ Donde hubo dureza había/ pájaros y verde hierba./ Donde antes el polvo, agua;/ donde los silencios, trinos./ Donde tropecé en las piedras/ halló mi voz su camino››— y una placa de la Embajada de Chile junto a la escultura Libro Imbunche en recuerdo de Mauricio Wácquez y José Donoso. A la vuelta de la esquina está la que fuera su casa, en un cruce de calles deshabitado donde cuesta encontrar el rastro del novelista chileno, sólo en las alturas, enfrentándose con la población de sus páginas, tal como dejó escrito, ‹‹encerrado contento en mi alto estudio desde el que se ve la torre churrigueresca de la iglesia y los tejados que caen colina abajo››.

 

Foto: ©Elisa Cabot (Todos los Creative Commons)