Mis mensajes en botellas de champaña, de Carlos Wynter Melo
- by Eñe
- 30 noviembre, 2014
- in Festival Eñe
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Esta semana hicimos público el programa de Festival Eñe Panamá, la cita que Festival Eñe América ha fijado este año con la literatura panameña. Los días 4, 5 y 6 de diciembre, en la Casa del Soldado —sede del Centro Cultural de España en Panamá, merced al impulso de AECID— y otras sedes, la gran fiesta de la literatura en Panamá propondrá un doble encuentro: el del relato, género por excelencia de la literatura panameña, con las otras propuestas de la literatura; y el de los escritores panameños, latinoamericanos y españoles que participarán en el festival.
Con el festival como excusa te proponemos desde Eñe. Revista para leer un viaje al cuento panameño actual. Domingo a domingo estamos trazando un panorama de las voces que componen este género generoso en talento: iniciamos el trayecto con Pedro Crenes Castro, continuamos con Enrique Jaramillo Levi, la semana pasada nos detuvimos en Melanie Taylor y hoy es el turno de Carlos Wynter.
Carlos Wynter (Ciudad de Panamá, 1971) culminó estudios literarios en la Secretaría de Cultura de Jalisco, en Guadalajara, México, donde vivió durante siete años. Ha obtenido el premio Nacional de Cuento José María Sánchez (1998), un tercer lugar en el Nacional de Cuento Ignacio Valdés (2005) y una mención honorífica en el Rogelio Sinán de Cuento Centroamericano (2010). En 2007 fue elegido como uno de los treinta y nueve escritores menores de treinta y nueve años más importantes de Latinoamérica en el marco del ya mítico Bogotá 39, y en 2011 participó en la Feria del Libro de Guadalajara como uno de los veinticinco secretos literarios de América Latina. Fue editor de la revista Letras de Fuego y del desplegable del mismo nombre que aparecía en el periódico La Estrella de Panamá. Fue vicepresidente de la Asociación de Escritores de Panamá, y en 2010 creó la Fundación para la Gestión del Arte y la editorial FUGA, pionera en el libro electrónico en Panamá. Imparte talleres literarios desde 2004 y su bibliografía comprende ocho libros de cuento y una novela. Ha sido traducido al inglés, alemán, portugués, francés y húngaro.
(La fotografía del autor es de Jorge Gallardo).
Mis mensajes en botellas de champaña
Dedicado a
Bret Easton Ellis
7 de agosto de 2007
Para: kclark@aol.com
De: nzuniga@yahoo.com
Asunto: República Dominicana y el padre culpable
Hola Kenneth,
¿Cómo estás? Espero que muy bien. Ojalá los cursos de reposición en los que te inscribiste no sean aburridos ni complicados (¿es posible tal cosa en la UC?)
Te escribo mientras mi mirada se pierde en el mar Caribe. Bebo directamente de una botella de Moet Chan Do que mi padre guardaba en la nevera no sé para qué. Para emborrachar con burbujas a alguna de sus amantes, seguramente. Va a tener que comprar más.
Pero que no se te antoje beber, Kenneth. Te recuerdo que prometiste no hacerlo por noventa días. Me aseguraré de que cumplas tu promesa, ¿ah? No creas ni por un instante que porque dejamos de ser novios, me desentenderé de ti.
Como te habrás dado cuenta, ya tengo nueve días en República Dominicana. ¿Puedes creerlo? Y tengo la impresión de que necesitaré meses, quizás años, para comprender este país.
Mi padre tiene las mejores intenciones pero todo está en su contra: el calor húmedo, la música espeluznante, el caos urbano y un largo etcétera. El pobre trata de hacerme pasar unas vacaciones agradables, pero no sé si alguna vez lo logre. Me recibió en el aeropuerto –sonrisa de oreja a oreja, ya sabes– y desde entonces no ha dejado de consentirme (Ladies and Gentlemen: ¡El increíble poder de la culpa!).
Eso sí, parece el dueño de Dominicana. Lo reciben en restaurantes muy refinados como si fuera un rey. Y a los cinco días de estar aquí, me llevó a una recepción en la que conocí –cáete muerto– al presidente. Yo no sabía quién era ese hombre de cabello cano, al que todos se acercaban sonrientes y con cautela. Cuando mi padre me lo presentó, casi me da un ataque de nervios. Estaba literalmente rodeado de guardaespaldas. Yo llevaba un diseño de Oscar De la Renta y él hizo un comentario halagador sobre el traje. ¿Sabías que Oscar es dominicano? Pues ahora te enteras del chisme. Que no se diga que no educo al pueblo (ja,ja).
Su excelencia me preguntó de dónde venía. Le dije que de los Estados Unidos y él sonrió como un anciano bondadoso.
Te presumo, además, que mi padre tiene una casa frente a la playa. Una hermosísima casa frente a la playa. Gracias a esta conveniente inversión ahora te escribo viendo el reventar de las olas.
Ya me he habituado a colgarme al cuello mi Ipod y tomar el sol por horas. Glorioso, ¿verdad? Cuando regrese, verás lo bronceada que estoy.
Espero noticias tuyas,
XOXO,
Nancy