Cicatriz de Sara Mesa, una lectura de Javier Divisa

Cicatriz (una vez leída la sinopsis de la contraportada) lo tenía todo para no agradarme, y descartar la veleidad en la lectura, y en cambio alertado por determinadas refracciones periodísticas, algún amigo lector seducido y la confianza en la lectura versátil y frívola que yo había hecho de páginas de  libros de Sara Mesa en FNAC o la Casa del Libro, me decidí a leer una novela entera. Esa especie de espionaje, esa curiosidad (desmedida) en las grandes cadenas cuando nada sabes de sus artefactos, de su obra, de su qué sé yo para exhibir miserias y transgresiones. Voy a leer Cicatriz. He leído Cicatriz.

Una novela llamada Cicatriz era muy seguro que exhibiera una vulneración y un dolor. Y más o menos así es.

Cierra el correo. El entusiasmo ha dado paso ahora a una incómoda sensación de pérdida de control. A sus pies, bajo la mesa de la oficina, el paquete medio abierto ahora muestra el lomo brillante de uno de los libros. Alrededor flota todavía el aroma del perfume que acaba de pulverizarse.

Knut insiste en que ella no debería molestarse ni sentirse insultada: él se limita a describir las circunstancias con imparcialidad. ¿Acaso el trabajo y la familia no son los pilares del sistema burgués? ¿Por qué le da tanto miedo salirse del paraguas? Cuando le plantea esos interrogantes, asegura que no lo hace por provocar, sino para ayudarla.

Escapar del sistema burgués pasa en primer lugar por cambiar el paradigma de la propiedad. ¿A quién pertenecen los bienes? ¿Quién tiene derecho a poseerlos o incluso exigir su posesión? Cuando Knut le relata sus robos, ella aparenta mostrar curiosidad, pero también, a veces, incredulidad. Dice que lo aprueba –o no dice nada-, pero él es consciente de que lo que le cuenta le es totalmente ajeno. ¿Podría aventurarse ella a robar, sólo por probar?

Cicatriz  es una muy buena novela, necesaria, moderna y permanente,  si acaso la literatura de autores españoles nacidos en los setenta fuera a perdurar. Cicatriz es un libro que se lee desde dentro, concretamente desde el interior de la soledad del escritor, el  intelecto y las conjuras, complots y maniobras de Sara Mesa. Por tanto no se trata de una novela de  efervescencia juvenil que se agota y muere en su propia esencia fútil y frívola. No. La gran destreza de esta novela epistolar (no abusa del Chat, ForoCoches, Facebook; todo es correo electrónico y ordinario) es la notable confección de la evolución e involución de los estados emocionales de Sonia y Knut y por supuesto, la consecuente medición de los intervalos temporales y sus temperamentos.  La credibilidad.

Sara Mesa desarrolla una propiedad muy estimable y eficaz, el talento para indagar y revolver los anversos y reversos de la percepción humana, lo cual viene a simbolizar la gran secuela del destape, la revelación. Qué somos cuando nos quitamos la máscara, y qué fronteras delimitan la humillación, el amor y la quiebra de una vida sentimental moderadamente apacible y normal. En la novela también hay una coyuntura demandante; resarcimientos de actos heroicos de robo de libros, discos, lencería, perfumes, en grandes almacenes, cuando todo parece irse al garete. De pronto, ese contexto tan categóricamente reivindicativo de los derechos del hombre insólito, retórico y muchas veces grimoso. Me refiero a la muy discutible tolerancia y resistencia: que nosotros, gente normal no grotesca, tengamos que aguantar en determinados escenarios tal nivel de intensidad de erudición y autosuficiencia, de los especiales, en concreto, de los especialitos. (Tu vida vale poco, lo haces mal)

Aunque también cabe preguntarse hacia dónde vamos con nuestras vidas normales y nuestras parejas normales y emocionalmente estables. ¿Por qué motivo renegamos de la aventura? Ponga un Knut en su vida. Lo amará con mesura y a veces lo odiará fuerte.

Y es a partir de entonces cuando todo comienza a precipitarse y la fantasía despierta su curiosidad, y la curiosidad su fantasía. Sonia comprende que nada tiene sentido si él no puede verla de algún modo. ¿No debería darle alguna recompensa? ¿Basta con extender los brazos, abrir las manos y recibir? Ella le escribe a diario, venciendo cada mañana su pereza, pero ¿es eso bastante? Knut la adora. Construye un objeto de culto a través de ella. La venera. Y la manera en que lo hace es única.

Ninguna mujer tiene a un hombre que coja para ella lencería o perfumes con la misma intensidad y el mismo empeño con que lo hago yo contigo. Habrá muchas que reciban regalos increíbles, pero a golpe de talonario. Lo que yo hago contigo es diferente.

Sonia lo sabe.

Cicatriz tiene ciertos bastidores del realismo literario (siglo XIX) en cuanto reproducción sincera y sin pretextos de un determinado ambiente social con toda delicadeza y pulcritud en el detalle, en el gran pequeño detalle tan significativo. El dinero, la arrogancia, la subestimación,  el sometimiento, la culpa, la redención, peligrosos laberintos, como la perversidad fetichista, que puede empezar con una pluma, un libro y un sostén de encaje negro victoriano  y acabar en un pasadizo violento. Cuidado. O no.

 

 

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