La escritura como enfermedad autoinmune, por Sergio del Molino

Las enfermedades autoinmunes son un enigma. Tal vez toda enfermedad lo sea, y así se plantea desde la medicina, como una historia de detectives, pero lo autoinmune tiene algo más extraño y devastador: es el propio cuerpo el que se ataca a sí. Un anticuerpo producido por el organismo para enfrentarse a una amenaza externa es reconocido por el propio cuerpo como una amenaza, y lucha contra él. A cañonazos y sin éxito. Porque el anticuerpo es muy bueno en lo suyo, que para eso ha sido producido por el cuerpo. La batalla está perdida, pero el sistema inmunológico la libra con denuedo, lo que se manifiesta en un espectro muy amplio de dolencias que no suelen tener cura y que suelen tratarse cortando por lo sano: eliminando el sistema inmunológico. Un tratamiento bestia, pero eficaz, como curar el dolor de cabeza mediante decapitación.

Algo sé de esto, como sufriente de una de estas enfermedades autoinmunes.

Pero Gabi Martínez sabe más, porque ha entendido la metáfora. Es más, ha ido a buscarla. Porque las metáforas se persiguen y se cazan. Una vez enunciadas en un texto literario, parecen sencillas e incluso obvias, dado que las buenas metáforas tienen la virtud de decir mejor que la no metáfora, y cuando se leen, hacen que no podamos concebir que tal cosa se diga de otra forma. Pero hay que buscarlas, dispararlas, cobrarse la pieza. No aparecen de casualidad. En Las defensas, Gabi Martínez presenta un trofeo de caza muy mayor, una metáfora de casi quinientas páginas sobre todo lo que importa.

Las defensas, quizá ya lo sepan, es la historia de un neurólogo barcelonés que existe de verdad y se acercó a Gabi un Sant Jordi a pedirle que escribiese su historia. Y Gabi, que intuyó la metáfora y se convenció de que aquel no era un chalado más, decidió escribirla, pero advirtiéndole antes de que el libro sería suyo. Es decir: tal vez partiese de la historia del neurólogo, pero la novela acabaría siendo una novela de Gabi Martínez, donde se reconocerían antes las obsesiones del autor que las del tipo que inspira al protagonista. Así delimitó el campo de búsqueda de la metáfora.

El protagonista de Las defensas se vuelve loco, sufre un brote violento, agudizado por el alcohol, y empieza a ser tratado por sus propios compañeros, que dictaminan que sufre un trastorno bipolar. Pero él cree que está mal diagnosticado, y se empeña, desde su propia locura, en encontrar la lucidez suficiente para refutar el diagnóstico, cosa que consigue, claro (no hago spoiler: si no lo lograse, el libro no tendría sentido). Con este tronco, Gabi Martínez saca mil ramas en torno a los cuerpos que se autodestruyen, ciudades que se autodestruyen, familias que se autodestruyen, hospitales y sistemas sanitarios que se autodestruyen. Como si todos los sistemas inmunológicos se rebelasen contra sus huéspedes, defensas hostiles, fuego amigo.

La propia escritura puede entenderse como una enfermedad autoinmune: una batalla perdida por derrotar algo que el propio escritor ha producido, y que se manifiesta en forma de trastornos-libro. Algunos, brillantes en su ambición y resultado, como este.

 

Fotografía: Ivan Bachev (Todos los Creative Commons)