Eñe 49: El conflicto

De marfil o de cristal (Editorial de Eñe 49)

 

Cuando ocurre una gran catástrofe —la crisis económica de 2008, el apogeo del nazismo—, siempre nos acabamos haciendo la misma pregunta: «¿Cómo fue posible que nadie se diera cuenta antes? ¿Cómo fue posible que nadie advirtiera los signos, los indicios, las evidencias de que eso iba a pasar?». En su ensayo Todo lo que era sólido, Antonio Muñoz Molina, que ocupa nuestras páginas de conversación en este número de Eñe, se hace esa pregunta a propósito de la España de cartón-piedra de los primeros años del siglo: «Cómo es que ese ruido no nos atronaba. Qué veíamos, en qué estábamos pensando. Si mi oficio es mirar el mundo para poder contarlo, cómo es que no me fijé en lo que sucedía, en lo que tenía delante de los ojos, lo que se publicaba el periódico que yo compraba».

Tal vez ahora, en los tiempos que vivimos, sea el momento de darse cuenta, de advertir de lo que está ocurriendo. De dar la voz de alarma. De anunciar que las tropas de los bárbaros están acampadas ya en las fronteras de la civilización y que la invasión ha comenzado. Tal vez sea tiempo de manchar un poco la literatura, de correr riesgos, de ponerse delante de las fauces del perro rabioso y encararle. Fotografiarle, como hace Luis Baylón en una de las fotografías que ilustran inquietantemente este número de Eñe.

La tarea del escritor no es mesiánica ni moralizante, pero incluso el que vive en una torre de marfil tiene miradores privilegiados de observación. Ese es su trabajo: «mirar el mundo para poder contarlo». Y parece que el mundo, hoy, va camino de ser apocalíptico. ¿Podremos darnos cuenta antes de que ocurra de lo que quizás ocurra? ¿Podremos hablar, como hace Berna González-Harbour en La Batalla de este número, de los muros que se levantan y que anuncian la calamidad? ¿Podremos escribir, anticipadamente, Si esto es un hombre o El mundo de ayer de nuestro tiempo? ¿Seremos capaces de inventar la catástrofe para evitar que ocurra? Estamos aún a tiempo.