Aquí y ahora 26 (Diario de escritura), por Miguel Ángel Hernández
Lunes 9 de enero
Todo el día encerrado con la solicitud de los sexenios de investigación. Buscas citas, reseñas, referencias, “indicios de calidad” de lo que has publicado en estos últimos seis años. La solicitud es puramente cuantitativa. Nadie va a leer lo que has escrito. Encuentras referencias en chino, holandés y alemán. No sabes lo que dicen, pero las incorporas igualmente. La clave es acumular. Cuantas más cosas, mejor. El índice de calidad es la posición que ocupa la revista en los índices de impacto, el número de citas, la editorial…, pero no importa si el artículo es bueno o malo, si está bien o mal escrito, si las citas son para alabarlo o para ponerlo a parir. Es puro número. Eso es lo único que importa. La investigación cuantificada.
Martes 10 de enero
Sin apenas haber dormido, consigues por fin terminar la solicitud. Ahora toca firmarla digitalmente. Ya había sido una pesadilla tener que entrar y salir de la aplicación cada cinco minutos porque expiraba la sesión, pero la firma digital es otro nivel. La página no reconoce el sistema operativo de tu ordenador y tienes que instalar Windows en el Mac para que funcione el módulo criptográfico y pueda leer el certificado digital. Se te va el día entero en el proceso. Acabas cansado, como si hubieras subido el Everest. No puedes hacer nada en todo el día. La burocracia se ha llevado tu energía.
Miércoles 11 de enero
Sales temprano para Madrid. En el tren comienzas a leer Prólogo para una guerra, la nueva novela de Iván Repila. La viste ayer en la librería y no pudiste aguantarte. Las cuatro horas Murcia-Madrid desaparecen. Vives dentro de la novela. El niño que robó el caballo de Atila, su libro anterior, te había dejado sin aliento. Y, ahora, Repila da un paso más –algo que ya era difícil–, tanto en la prosa –bella, densa, precisa, poética– como especialmente en la estructura de la narración –compleja, discontinua, con saltos y giros que requieren un lector atento y comprometido con lo que se cuenta–. Cada página es un regalo que disfrutas y saboreas. Aunque, por encima de todo lo anterior, lo que realmente te conquista de la novela son las ideas. El arquitecto que busca construir un lugar inhabitable, una obra de arte más allá de lo humano; los sujetos que resisten y demuestran que los cuerpos son más fuertes que las piedras, que el mundo puede ser domesticado, que la comunidad puede convertir lo inhóspito en un refugio. Repila ha escrito una novela sobre los modos en los que nos roban el mundo y las estrategias a través de las cuales podemos reapropiárnoslo. Una novela política, en el mejor de los sentidos. Una escritura con ecos de la potencia filosófica y literaria de escritores como Menéndez Salmón, Gonçalo Tavares o Isaac Rosa, autores que también están entre tus influencias; esas influencias inalcanzables que nunca dejas de leer.
En Madrid, comes con Irene en Casa Fidel. Habláis de su tesis y de la manera en la que puede unir la obra Sebald, Smithson y Sophie Calle. Al terminar, un carajillo con whisky se os sube a la cabeza. Después, quedas con Silvia Sesé en el Hotel de las Letras. Le cuentas cómo llevas tu novela y la dejas leer unas páginas. Inmediatamente, te arrepientes. Aún no está para eso. Tienes que aprender a aguantar esa pulsión por mostrar. De todos modos, el comentario que te hace nada más leer uno de los párrafos te sirve para mejorar la escritura. Es la eterna duda: enseñar las cosas cuando están terminadas o hacerlo cuando están a medio y así poder mejorar.
Presentación de la novela de Juan Pablo Villalobos en Tipos Infames. La librería está a reventar. Presenta Joaquín Reyes. Simpático, pero a años luz de la brillantez de Villalobos. Están muchos de los autores de Anagrama. Es un reencuentro. Sobre todo, con Luisgé Martín y Marta Sanz. Tras la presentación, cena agradable en la que se habla de todo. Aparentemente has normalizado estos momentos, pero por dentro sigues siendo como un niño, celebrando la suerte de estar junto a la gente que admiras. Hace unos años esto era poco más que un sueño. Ahora, parece real. Aunque en ocasiones tienes que contener las ganas de pellizcarte para despertar.
Después, un gin-tonic en el José Alfredo con Juan Pablo, Diego, Pablo y Lisbeth. No os alargáis demasiado. Sueñas con acento mexicano.
Jueves 12 de enero
Llevas al Ministerio de Educación la solicitud de convalidación de sexenios. De nuevo, casi pierdes la mañana. Al terminar, compras como un poseso en La Central del Reina. No sabes cuándo vas a sacar el tiempo para leer todos esos libros, pero te los llevas por si acaso.
Comes con Pepe y conversáis acerca de su tesis sobre Valcárcel Medina. Tiene sus propias ideas, no le importa la academia, sintoniza a la perfección con el artista sobre el que trabaja.
En la vuelta a Murcia en tren lees de un tirón Artoons, el libro de caricaturas sobre el mundo del arte contemporáneo que ha escrito/dibujado Pablo Helguera y ha publicado Consonni. Está lleno de sabiduría. Muchos de los chistes dan en el corazón del sistema y muestran cómo funciona este mundo de apariencias. A veces, el humor es la mejor herramienta crítica.
Viernes 13 de enero
Te levantas motivado y con ganas de escribir. Avanzas en los recuerdos de la parte cuarta. Estás ya en el último tercio. Y el material que faltaba acaba de llegar. Tres semanas y podrás tener un primer borrador. Ya comienzas a paladearlo.
Por la noche, ves un capítulo de The Affair. Ha comenzado a hacerse repetitiva. El personaje de Noah está ya en el límite de la verosimilitud. Es una pena. ¿Cuándo una narración se debilita?, te preguntas. Ese es el gran problema de las series, mantener la intensidad durante varias temporadas. Es ahí donde emergen los maestros. Y esos son muy pocos.
Sábado 14 de enero
Vas al gimnasio por primera vez en todo lo que llevas de año. Te cansas rápidamente. En la sauna hay un chico cortándose las uñas de los pies. Lo hace con parsimonia y como si fuera lo más normal del mundo. Su reino no es de este mundo. Lo deja todo perdido.
Al salir quisieras tuitearlo y hablar sobre el civismo y la falta de educación, pero sigues en tu dieta de redes. Es lo que más te cuesta, tragarte los tuits ingeniosos y los comentarios rápidos sobre la realidad. Ahora los guardas para ti, te ríes tú mismo con las tonterías que se te ocurren. Y comienzas a ser consciente de que no todo tiene por qué ser dicho en todo momento. No hablar, callar, dejarlo para más adelante, meditarlo, también es una opción. Estás aprendiendo a contenerte. Aunque te está costando. Afortunadamente tienes este diario.
Domingo 15 de enero
Llevas a Raquel al autobús. Se va de viaje a Dublín una semana con los alumnos. Ahora se cambian las tornas. Ella viaja y tú te quedas. Confías en que la casa esté en pie a su vuelta.
Terminas de leer Teoría del ascensor, el libro de Sergio Chejfec que ha publicado la editorial Jekill & Jill. Chejfec es otro de tus autores de referencia. Y este es un libro extraño. No es un ensayo, no es una novela…, es un libro, un texto más allá de cualquier clasificación, un cúmulo de reflexiones sobre la ciudad, los transportes, el lenguaje, el idioma, la escritura, los escritores, el espacio, las relaciones…, en realidad, todas las cuestiones que preocupan a la literatura de Chejfec. Una literatura que es puro pensamiento, inteligencia desplegada. Pocos autores son capaces de observar y llegar a tocar la esencia de la realidad con tanta minuciosidad y precisión como él. Su escritura es una máquina de análisis del presente. Demuestra que la literatura sigue teniendo una función fundamental: la de desvelar el mundo en el que vivimos.