La obra marca su propio camino. Entrevista a Mar Gómez Glez, por Daniel Herrera Cepero
Mar Gómez Glez (Madrid, 1977) es uno de los valores en alza de la narrativa y del teatro españoles. Su trayectoria así lo muestra: después de ser becada en la Residencia de Estudiantes (2005), empezó a ganar numerosos premios (Beckett 2007, Primer Premio de relato corto del Certamen Arte Joven Latina 2008, Calderón de la Barca 2011). Participó en 2009 en la residencia internacional del Royal Court Theatre de Londres. 2015 ha sido probablemente uno de sus mejores años, con la publicación de su segunda novela, La edad ganada (Caballo de Troya), que fue seleccionada por Mercedes Suero como uno de los cinco libros imprescindibles para cerrar la Feria del Libro de Madrid de ese año y por El Confidencial como uno de los “libros para poner patas arriba al país”. También en 2015 ha estrenado Numbers en Estados Unidos y ha recibido el título de Hot Desk International Playwright del teatro Center Stage de Baltimore.
Mar lleva diez años viviendo en los Estados Unidos, donde se ha dedicado al estudio, a la docencia y, por supuesto, a la escritura. Después de probar suerte en Los Ángeles, ha vuelto recientemente al estado de Nueva York. Su actividad teatral, en español y en inglés, ha sido frenética en los últimos años a ambos lados del Atlántico y empieza a expandirse a otros lugares del globo como Alemania y la India. El pasado verano estrenó en Madrid Fuga Mundi (teatro Guindalera). Ha estrenado su obra Cifras en su traducción inglesa –Numbers– en Newark (Estados Unidos), en Mumbai (India) y dentro de poco viajará a Múnich (Alemania); 39 Defaults en Nueva York, Madrid y Los Ángeles. Colaboró en la obra Calderón cadáver, una revisión de La vida es sueño estrenada en el festival de teatro de Almagro en 2015. Estas no son sus únicas obras. Ya se montó en 2011 Wearing Lorca’s Bowtie en Nueva York, en colaboración con Judith Goudsmit, Josh Hecht y García Bustelo. Los paralelismos de la vida de Mar con la de Lorca tocan lo insólito y esta entrevista desvela algunos de sus secretos.
Primero quería darte las gracias por atenderme. Me hago cargo de que estás en un sinparar entre mudanzas, viajes, estrenos, ensayos… Gracias por encontrar un hueco para nosotros.
Por supuesto.
Este verano has pasado mucho tiempo en Madrid. ¿Cómo has encontrado la ciudad?
Madrid es un happening continuo, estoy muy impresionada con el movimiento cultural. Además me he movido por unas zonas que yo desconocía, así que me siento un poco descubriendo una nueva ciudad.
¿Cómo se siente llegar a un Madrid como dices tan animado culturalmente y ser parte de ese movimiento?
Muy bien, aunque con cierto toque surrealista, yo formo y no formo parte de este movimiento. Me llama la atención que haya gente que se sorprenda de verme aquí, y también gente que nunca pensó que vivía en otro país, es algo raro.
¿Sientes que te estás empezando a consagrar?
No, para nada. Cuando me lleven a firmar ejemplares el día grande de la Feria y estrene en el María Guerrero, hablamos.
Vale. Lo tendré en cuenta. Ese día te llamaré y te lo volveré a preguntar. Eres una escritora. ¿En qué momento te lo creíste?
He pensado en esta pregunta. Aunque ahora me cueste contestarla. (Risas).
Creo que me lo voy creyendo a medida que los lectores o la audiencia me conciben como tal. Al fin y al cabo, es una etiqueta social. Yo escribo y hago cosas, y me alegra que se me considere “escritora”, sobre todo porque ese título me coloca junto a otras personas (vivas y muertas) a las que admiro profundamente. Esto va sucediendo a medida que te escriben o contactan lectores, o aparecen reseñas y críticas, aunque siempre hay gente que no tiene ni idea de lo que haces, y hay que volver a empezar, y te das cuenta de que verdaderamente es un regalo que alguien reconozca tu trabajo.
¿Se te olvida a veces contemplar la realidad desde la visión de la Mar-creadora? ¿Es esto algo consciente?
Me gusta mucho esto de Mar-creadora. No, nunca. Se me olvida la etiqueta social que te decía, pero mi visión del mundo no varía, ni creo que haya variado desde hace mucho tiempo. Quizá ahora tengo un poco más de convicción y me autocensuro menos. Desde pequeña le decía a mi madre, “mamá, yo quiero ser artista”.
(Risas) ¡Qué mona!
Sí, y cuando mis padres me decían que de eso no se podía vivir, yo aseguraba que me daba igual, que trabajaría de camarera. Luego con diecinueve y veinte años trabajé en un hotel inglés y en un Pub poniendo cervezas y me di cuenta de que quizá esa no era la mejor opción para mí. Se me olvidaba recoger las Guinness y me gritaban los clientes. Intenté ser actriz, músico, pintora… y ya ves, al final hago, lo que siempre hice, escribir.
Es curioso que hay un montón de cosas que te unen a Lorca: estuviste en la Resi, fuiste estudiante en NYC, los dos tenéis talentos múltiples… ¿Sientes que Lorca te tiene poseída?
Uy, no me hables…
Ya ya. Hasta cierto punto, quiero decir. Perdona. ¿Eres supersticiosa?
No, es que no te imaginas mi relación con Lorca.
Cuéntame un poco.
Casi la primera obra en la que actué en mi vida fue La casa de Bernarda Alba. La primera obra que dirigí en solitario fue Comedia sin título. Luego entré en la Residencia y por circunstancias trabé cierta amistad con sus sobrinas, de hecho llegué a vivir durante algunos años en un piso que pertenecía a Isabel García-Lorca.La primera obra que estrené en Nueva York fue sobre Lorca, Wearing Lorca’s Bowtie, y este verano, en los ensayos de Fuga mundi, Juan Pastor, el director, no hacía más que mencionar las conexiones con la obra lorquiana.Yo creo que si voy a ver a un médium puede salir de todo.
¿No tendrás un amigo torero? Lo digo para impedirle que vuelva al ruedo…
(Risas). Igual si Lorca hubiese nacido a finales del XX no habría sido tan aficionado a los toros.
¿Sabes que Ian Gibson salió en Cuarto Milenio en un episodio dedicado a Lorca y la parapsicología?
(Más risas) Hasta en el grupo de perros que yo tenía en el barrio de Huertas, ¡agárrate!, hice amistad con Dominic Gibson, el hijo de Ian Gibson. No es coña, todavía hablamos de vez en cuando por Facebook.
(yo no sé cómo editarás esto, es que lo de Lorca es muy heavy)
(Risas) ¿Me puedes aclarar lo del grupo de perros? ¿Qué es eso?
En el año 2009 pasé un semestre en Madrid y tenía un perro que sacaba a pasear por el césped del Museo del Prado, allí nos juntábamos unos cuantos e hicimos un grupo que se llamaba “Los perros del Prado”, hasta que la policía nos echó y el grupo se fue dispersando.
Vale. Esto cobra un relieve surrealista que me está encantando, pero quizás debiera volver a las preguntas. Ahí va la siguiente. Eres una figura claramente emergente de la literatura y el teatro en español. ¿Qué crees que ha conectado de tu obra con el público lector, con los espectadores y con los críticos?
Esta es una pregunta que yo no sé responder directamente. Me explico:
Lo que a mí me provoca trabajar en una obra, sea narrativa o teatro, es siempre una pulsión por desentrañar un misterio que no comprendo, que intuyo que tiene una densidad que se me escapa. Y ahí me pongo a desenterrar, pero no sé bien cuál es el destino, la obra se va dibujando a medida que trabajo. Soy un poco lenta en mi vida, no tonta, pero sí lenta y necesito pararme porque me abrumo con facilidad y ahí escribo, desde ese sentimiento de desbordamiento. Por eso hasta que los lectores o la audiencia no se manifiestan sobre mi trabajo yo no puedo prever ningún tipo de reacción. Es la obra la que marca su propio camino.
Hablaba, hace poco con el compositor Alberto Bernal que tiene un concepto muy interesante sobre “la belleza de las ideas”, que sería la calidad estética de la obra en su concepto y no en su materialidad. La belleza de mis ideas (si la hay), en mi caso es posterior a la obra y va marcada por ésta. No es que no reflexione sobre el germen de la obra antes de empezar a trabajar, reflexiono e investigo mucho, pero igual que en esta pregunta, que me estoy alargando, es en el momento de escribir en donde se define lo que es.
Esto que me cuentas es hermoso.
Gracias.
¿Dirías que aunque escribes prosa y teatro, tu punto de partida creativo es más poético?
Pues sí, de adolescente, lo que escribía eran poemas. ¿Ves? Volvemos a lo de la mirada. La mirada permanece, no la etiqueta. Nunca lo había pensado, mira todo lo que va saliendo, gracias.
Llevas diez años viviendo en los Estados Unidos. Nueva York, Los Ángeles, y ahora vuelves a la costa Este. Diez años. ¿Qué ha aportado tu condición de extranjera a tu obra?
Creo que lo que ha aportado a mi obra es lo que ha aportado a mi vida: la convicción. Ser extranjero, tú lo sabes, tiene muchos aspectos, entre otros la soledad. Y en la soledad pasan muchas cosas, sobre todo en un país como Estados Unidos, y más que en ningún otro sitio, en California que no deja de ser el Wild West.
¡Tú lo has dicho! (NOTA: El entrevistador vive en California)
Hay un sentimiento de encontrarse sola frente a los elementos. Al salir adelante, me di cuenta de que tenía más recursos de los que me imaginaba. Los seres humanos somos durísimos, mucho más resistentes de lo que creemos. Esa fortaleza me la llevo yo y con ella puedo forjar con mayor determinación mis obras.
El otro día le decía a un amigo que Nueva York ya estaba asumido como «locus» de la literatura en español, pero que L.A. seguía teniendo el poder de desesperar y repugnar al escritor. Es una experiencia realmente nueva y muy chocante…
En L.A. ser escritor es sinónimo de ser guionista.
¿Cómo es el “mundillo” literario/teatral en EE.UU? A grandes rasgos, ¿qué diferencias ves con el español?
¿En español o en inglés?
Quizás ese sea un punto en sí mismo. La cultura en español está completamente alejada del establishment, ¿no?
Bueno, yo no diría que completamente, de hecho cada vez hay más presencia de creadores hispanounidenses en el canon. Canon quizá no sea la palabra, pero sin irme por las ramas, en Estados Unidos todas las artes están orientadas a la práctica y a los resultados mientras que en España y en Europa hay un énfasis mucho mayor en la teoría y la filosofía detrás de cualquier práctica. Ambas perspectivas son muy ricas a su manera.
En Estados Unidos te has dedicado a la docencia. ¿Te gustaría dedicarte exclusivamente a escribir?
Sí, me gustaría tener más libertad con mi tiempo. Me encanta enseñar, pero me gustaría no tener que depender económicamente de la enseñanza para pagar las facturas. Yo debería tener una renta vitalicia. No dejaría de hacer cosas, lo prometo, y también daría clases, pero a mi ritmo.
(Risas) Igual te lee un Mecenas y te da esa renta. Nunca se sabe.
Te propongo un juego de imaginación. Es el año 2050. No ha llegado el Apocalipsis. En una Universidad se enseña tu obra. Igual que con la generación del 98 se empieza por explicar el “desastre” o igual que La II República, la guerra civil y el exilio definen la obra de los poetas de la llamada Edad de Plata, ¿qué contexto histórico acompañará la lección sobre tu obra?
Yo creo que se vería como el colapso de la sociedad neoliberal. Ya no se puede hablar de contextos en «estados-naciones», este es un concepto político del siglo XIX totalmente desfasado. Estamos en una situación bastante parecida a la de entre guerras de los años 30, y espero que seamos capaces de salir de ésta sin necesidad de otra guerra mundial. Este verano vi la exposición “Sin Filtros”, en Matadero, sobre los refugiados sirios, Europa ya no garantiza ningún derecho.
Biruté Ciplijauskaité habla en su obra La construcción del yo femenino en la literatura de una “palabra conseguida”, que corresponde, según esta crítica, con una creadora que ya no tiene necesidad de ser reivindicativa. ¿Crees que tu obra puede considerarse “palabra conseguida”?
Me encanta esto de la palabra conseguida y es una referencia que no conocía y que voy a buscar. ¡Gracias! Y sí, especialmente en La edad ganada hay mucho de eso. Lo desesperante del movimiento feminista son sus periodos casi cíclicos, es como si siempre estuviésemos llegando a la igualdad y se nos escapara entre las manos. La recurrencia de situaciones como la de los Max de este año lo ponen de manifiesto, por no hablar de los casos más claros de violencia y países en donde las mujeres son ciudadanos de segunda. Empiezo a pensar que el asunto está mal planteado, no sé si algo como el día internacional de la mujer es una solución, las mujeres no somos todas iguales, ni nuestros derechos se pueden defender como si lo fuésemos.
Por ejemplo, en las luchas civiles de otros movimientos hay modelos claros, como Martin Luther King, que tiene hasta su propio día en Estados Unidos. Nosotras no recordamos ni el nombre de las sufragistas más importantes de la historia, esto es un problema. No se puede estar continuamente redescubriendo la pólvora.
La palabra se lleva consiguiendo desde hace mucho tiempo pero se lee mucho menos a Concepción Arenal o a María Zambrano que a sus colegas masculinos, creo.
Entiendo. Yo creo que una figura como la de Clara Campoamor debería tener mucho más reconocimiento.
Deberíamos celebrar el día de Clara Campoamor.
Eres doctora en Literatura por la NYU. Tienes una formación académica larga y variada (periodismo, humanidades, teoría de la literatura, filología…). ¿Te ha inspirado lo que has aprendido a nivel teórico (incluyendo la crítica feminista) en tu trabajo creativo o más bien ha sido un obstáculo.
Me ha inspirado bastante y no he sentido nunca que fuese un obstáculo, sobre todo porque soy muy mala teórica y peor académica. De hecho, desde que defendí mi tesis he colgado los guantes. Casi todos mis trabajos y escasos artículos son lecturas en profundidad de autores a los que admiro profundamente. Una vez uno de mis profesores me dijo de un trabajo sobre Roberto Bolaño del que yo me sentía particularmente orgullosa: «Bueno, se ve que este es un escrito de novelista afilando sus cuchillos para ponerse a escribir». Y yo me di cuenta de que me estaba diciendo muy educadamente que mi trabajo crítico era malo pero que siguiese escribiendo.
Era un profesor que me quería bien, y se convirtió en un gran amigo.
Cuando escribes, ¿piensas en un lector ideal?
No, por algo parecido a lo que te decía antes, el lector ideal es generado por la obra y no existe previamente. La obra lo hace emerger.
¿Qué relación guarda para ti la escritura con tu propia identidad? ¿Es negociación, negación, autoafirmación…?
No hay que tomarse muy en serio a una misma, ni a lo que nos creemos que somos, porque esto está en perpetuo cambio. Todo eso es un proceso dialéctico, en donde con cada apuesta hay que llegar hasta el final aunque ese final sea el principio de otra cosa y también se desdibuje.
Lo único que en mi opinión no puede ser la escritura es ni prudente, ni cerrada.
Quizá no la escritura, sino “mi escritura”; lo que yo hago es eso.
Entrevistarte está siendo una experiencia intensa, alucinante, de verdad. Me tiraría toda la tarde charlando, pero hay que poner fin. ¿Podrías hablarme un poco de tus proyectos actuales y del futuro próximo?
Pues mira, está muy relacionado con esta última pregunta. Estoy trabajando sobre la conversión, no sobre la conversión religiosa, sino sobre la conversión, digamos de visión cosmológica. Estoy trabajando en un personaje, en la línea de La edad ganada, y su paso de la experiencia del mundo entrando y saliendo de la enfermedad de nuestro tiempo: la depresión. Es un trabajo de conversión porque los lentes de la enfermedad mental marcan tanto tu experiencia del mundo como los lentes de un fanático religioso. Las historias de conversión e iluminación me fascinan, y voy a utilizar modelos como el Libro de la vida de Santa Teresa o las Confesiones de San Agustín
Suena genial. ¿Hay título?
Todavía no
¿Cómo es la realidad sin lentes?
Eso te lo diré cuando termine el libro o mejor dicho, te lo dirá el libro, espero.
Perfecto. Te emplazo para ese momento. Mar. Ha sido un placer total entrevistarte. Estaremos muy pendientes de ti. Te deseo muchísima suerte en tus proyectos múltiples y que tu nueva vida en la costa Este te dé lo que esperas.
Muchas gracias a ti.
Entrevista a cargo de: Daniel Herrera Cepero
Fotografía: Alberto Bernal