La venganza del librero, por Sergio del Molino
Judith y Jesús (o J&J, como firman sus correos) tienen una librería a la sombra del Acueducto de Segovia. Es una librería con un pequeño café, como casi todas las librerías modernas del mundo, en un local acogedor, luminoso y perfecto para perder las horas como las pierdo yo ahora mismo, pues escribo sentado en una de sus mesas, entre hípster y bucólico, porque Segovia no es una gran ciudad, y por la puerta abierta se cuelan los cantos de muchos pájaros que los habitantes de Castilla reconocerán y que a mí sólo me suenan a campo.
J&J se conocieron trabajando en Telemadrid, y con el segundo vino, si tienen la suerte de cenar con ellos, se arrancan con anécdotas entre divertidas y pavorosas que resumen parte del delirio en que se ha expresado la historia recientísima de España. Judith, que siempre había trabajado en el mundo editorial, duró poco en aquel circo, y a Juan le arrolló uno de esos ERE que estallaron como bombas H en tantos medios de comunicación. Con los restos de la explosión montaron Intempestivos.
Es una historia bien conocida. Muchas de las librerías que han renovado el panorama en los últimos años surgen de las mismas batallas, de profesionales víctimas de todo este desastre. No voy a decir esa cosa tan horrible de que no hay mal que por bien no venga, pero hay que agradecerles a todas los Judiths y todos los Juanes que hayan llevado a todas las Segovias de España un trozo de modernidad, una avanzadilla de contemporaneidad. Si yo estoy escribiendo sobre ellos es porque me invitaron a presentar mi último libro en su casa, como invitan a otros autores que no visitaríamos ciudades como Segovia de no ser por su empeño. Rompen inercias, renuevan la oferta librera y llevan a lo que he llamado la España vacía títulos y editoriales difíciles de encontrar fuera del circuito de librerías independientes de las grandes ciudades.
No dejemos de maldecir a los gestores que diseminaron tantas bombas H en forma de ERE. No caigamos en la torpeza de atribuirles el mérito indirecto de refrescar el ambiente literario de algunos rincones del país. Prefiero leerlo en clave de venganza: lugares como Intempestivos son expresiones de una resistencia y la prueba de que las bombas H no han podido con todo, que hay gente más fuerte que los bombarderos.