Carmen Calvo (Valencia, 1950) es una de las artistas conceptuales más reconocidas de nuestro panorama y una de las de mayor prestigio internacional. Premio Nacional de Artes Plásticas en 2013, su trabajo se caracteriza por lo experimental y su tendencia a fusionar técnicas. Su obra parte del hallazgo y del encuentro. Los objetos que utiliza son encontrados o, adquiridos en los mercados populares, y son combinados con otros elementos artísticos. Cuestiona e interroga las distintas formas de comportamiento y de relación del ser humano. Un mundo creativo complejo, donde el feminismo y la crítica social, moral y religiosa, se entrelazan. Esta exposición se centra en su trabajo fotográfico, o más bien, vinculada con la fotografía. Carmen Calvo interviene sobre imágenes ya existentes, modificando y alterando el material original y creando uno único.
CARMEN CALVO: QUIETUD Y VÉRTIGO
Oliva María Rubio
Carmen Calvo, Premio Nacional de Artes Plásticas 2013 y representante, junto con Joan Brossa, en la Bienal de Venecia de 1997, ha ido consolidando a lo largo del tiempo una de las voces más personales y creativas de nuestro panorama artístico. Ha construido un mundo complejo y misterioso, no exento de humor e ironía, donde el feminismo y la crítica social, moral y religiosa se entrelazan y en el que es una constante la interrogación sobre las formas de comportamiento y de relación entre los seres humanos. Su trabajo fusiona técnicas y utiliza materiales diversos. A menudo recurre a objetos encontrados o adquiridos en mercadillos, que combina de diversas maneras. Trabaja con pintura, objetos, cajas, instalaciones, dibujos, collages y fotografía intervenida.
Quietud y vértigo se centra en los trabajos en los utiliza la fotografía. Carmen Calvo recurre a fotografías anónimas antiguas, fundamentalmente de los años 1940 a 1970, provenientes de álbumes familiares y mercadillos y las somete a una operación de desarraigo, de descontextualización, que choca y sorprende. Y lo hace no sólo manipulándolas, interviniendo con pintura de colores, arañándolas, añadiendo objetos, muñecos, crucifijos, textos, máscaras antigás, antifaces… sino igualmente ampliándolas de tamaño. Esas imágenes renacen a una nueva vida, se produce en ellas un temblor, que desvela nuevos significados. La quietud, el silencio, el olvido de esas pequeñas imágenes de la memoria familiar perdida, ahora rescatadas, se convierten en manos de la artista en sorpresa y vértigo, tal es la presencia y dimensión cognitiva que cobran en sus manos. Si la fotografía detiene el tiempo, ella nos la devuelve haciéndola presente.
Esas imágenes anónimas son especialmente queridas por la artista porque pertenecen a un tiempo que marcó la historia de nuestro país, donde se produjo la represión franquista pero también fue el tiempo en que se iniciaron los movimientos de la liberación de la mujer.
En muchas de las fotografías la artista interviene sobre el órgano de la vista, como si el más valorado de nuestros sentidos nos impidiera ver. Poniendo el énfasis en ello, nos obliga a replantearnos lo que a primera vista vemos, a ir más allá y profundizar en ello. A cuestionarnos sobre lo que nos rodea. A Carmen Calvo le gusta poner el dedo en la llaga, enfrentarnos con nuestros fantasmas, con las represiones que nos coartan y amputan nuestra libertad, no dejándonos ver más allá de nosotros mismos. La familia, la religión, la guerra, la infancia, la maternidad, la memoria, las relaciones madre-hija… son temas recurrentes en estos trabajos.
En sus imágenes percibimos rabia, estupor, una carga de violencia contenida pero también emerge en ellas su sentido lúdico. Algunas veces gusta de potenciar la ambigüedad y aspecto fantasmal de las imágenes utilizando el negativo. En sus obras, también los títulos nunca explicativos sino literarios, poéticos, juegan un papel importante que complejizan la imagen y la abren a nuevos significados.