Una selección de 18 desnudos de la estadounidense Imogen Cunningham se exponen en La Fábrica a partir del 29 de noviembre
En 1906, Imogen Cunningham hizo su primer desnudo, el primero de muchos que formarían parte de la serie Nude. Como ella misma le contaba a su nieta: «mi primer desnudo fue un autorretrato en el bosque, 1906, en el campus de la Universidad de Wahington. Lo preparé y salté dentro, y eso fue todo”. En 1915 algunas de estas fotografías salieron en la publicación de Seattle The Town Crier, causando una gran polémica que dejó los negativos de la fotógrafa aparcados durante décadas. El año pasado, el Fine Arts de Boston expuso una selección de esta serie y los publicó en la red social de Instagram, como parte de la publicidad de la misma, donde fueron censurados. Hoy La Fábrica recupera una selección de 18 desnudos de Imogen Cunningham con el objetivo de poner en valor la obra de una de las grandes fotógrafas del último siglo.
Imogen Cunningham pone de manifiesto en su obra algo aparentemente muy sencillo: el cuerpo de la mujer es un envoltorio más de un ser humano. La fotógrafa retrata el desnudo de los cuerpos humanos mostrando el carácter atributivo que en realidad tiene el despojo de la ropa y, figurativamente, de todo aquello que nos pesa, condiciona y prejuzga. Cunningham protagoniza con esta serie una “búsqueda apasionada de la forma y la belleza” como explica su nieta, Meg Partridge.
Pero quizá el aporte más significativo de la manera de concebir el desnudo por parte de Cunningham es su tratamiento transgénero, que supone un avance importantísimo en la historia de la fotografía artística y del arte en sí mismo. El desnudo tiene mucho que ver con el contexto y la intención, y la fotógrafa estadounidense supo revelar a sus compañeros y al mundo que en el arte el cuerpo de la mujer no tiene por qué ceñirse a sugerir sexualidad, representar divinidad o simbolizar procreación. Imogen Cunningham pone de manifiesto en sus fotografías el valor y la belleza del cuerpo en sí mismo.
Todo ello realizado con una técnica y arte fotográfico notable, donde también entra en juego la relación que mantenía con sus modelos, pues todos eran amigos o familiares, solo pagó a una modelo al principio de su carrera. Como dice su nieta “muchas veces, fueron los estudiantes de su clase, sus viejos amigos o las novias de los asistentes fotográficos quienes fueron sujetos de los estudios de desnudos de Imogen”.